Los bienes al servicio de las necesidades a través del Crédito Social

El hombre es una persona

El hombre es una persona, no un mero animal. Toda la gente vive en sociedad. Mientras más perfecta es la gente, lo es también la vida en sociedad. La sociedad de ángeles es más perfecta que la sociedad humana. Tomemos en cuenta a las Tres Divinas Personas que viven en una sociedad infinitamente íntima, sin confundirse en una sola.

Más aún, la Sociedad Divina se le propone al hombre como modelo : "Que todos sean uno como tú Padre y Yo somos uno." (Jn 17,21) Dado que los hombres son personas humanas, es por ello que viven en sociedad. La asociación responde a una necesidad de la naturaleza humana.

El hombre es un ser social

La vida en sociedad responde a la naturaleza del hombre por dos razones :

Porque el ser humano es un universo, a imagen de Dios y recibe del modelo, de quien es imagen, la tendencia a dar de sí mismo, a comunicar la riqueza que él posee ;

El ser humano también es un universo de indigencia, tanto en el mundo temporal como en el espiritual. El ser humano necesita de otros seres humanos para salir de su indigencia. Necesita físicamente a otros para su concepción, nacimiento, crecimiento. Necesita a otros también intelectualmente : sin una educación adquirida, ¿qué nivel intelectual podría lograr un ser ignorante ?

No hablaremos aquí de su indigencia espiritual, tampoco de la necesidad que tiene de la sociedad conocida como Iglesia.

En nuestro estudio, nos restringiremos a nosotros mismos al orden temporal, sin perder de vista, sin embargo, la subordinación del orden temporal al espiritual, porque ambos conciernen al mismo hombre, y porque el fin último del hombre precede sobre todos los fines intermedios.

El bien común

Toda asociación existe para un fin. El objetivo de una asociación es un cierto bien común que varía dependiendo del tipo de asociación, pero que es siempre el bien de todos y cada uno de sus miembros.

Y es precisamente dado que es el bien de todos y cada uno que es un bien común. No es el bien particular de uno de sus miembros, ni de una sección lo que busca la asociación, sino el bien de todos y cada uno de sus integrantes.

Tres personas se asocian para una empresa. Pedro contribuye con su fuerza física ; Juan con su iniciativa y experiencia y Mateo pone el capital. El bien común es el éxito de la empresa. Pero este éxito no es buscado exclusivamente por el bien de Pedro, ni por el de Juan o el de Mateo. Si alguno de ellos es excluido de los beneficios de la empresa, no se asociará.

Los tres forman una asociación para lograr, para todos y para cada uno, el resultado que los tres persiguen, pero que no puede ser conseguido por solo uno de los tres. El dinero por sí mismo no le dará mucho a Mateo, tan solo sus brazos le proporcionarán muy poco a Pedro y la mente no será suficiente tampoco para Juan. Pero cuando los tres combinan sus recursos, la empresa tiene éxito y todos se benefician de ella. Aunque no obtengan el mismo grado de beneficio, obtienen más que si lo hicieran por sí mismos.

Cualquier asociación que frustra a sus asociados o a una parte de los mismos, debilita su unión. Los asociados tienden a desasociarse. Cuando, en una gran sociedad, las huellas del descontento se hacen cada vez más profundas, es precisamente debido al gran número de asociados que son restringidos de la parte que les corresponde del bien común. Es en ese momento en que los legisladores, si son inteligentes, buscarán sacar provecho de todos y cada uno de los miembros participantes. Tratando de eliminar el descontento infringiendo castigos sobre sus víctimas es un modo erróneo de hacerlo desaparecer.

Además, dado que las asociaciones humanas están hechas por hombres, por seres humanos inteligentes y libres, el bien común de dichas asociaciones debe estar de acuerdo con la promoción de dicha inteligencia y libertad. De otro modo, deja de ser un bien común ; deja de ser el bien común, a través de la asociación, de todos y cada uno de los seres humanos libres e inteligentes que la componen.

Fines y medios

Uno debe distinguir entre los fines y los medios, y especialmente subordinar los medios al fin y no al revés.

El fin es el objetivo, la meta deseada. El medio es el proceso, los métodos, los actos utilizados para conseguir el fin.

Yo quiero construir una mesa. Mi fin es la construcción de dicha mesa. Consigo lo necesario para ello, mido, observo, planeo, ajusto, clavo la madera : muchos movimientos, muchas acciones que son los medios utilizados para fabricar la mesa.

Pero es el fin el que no pierdo de vista, la fabricación de la mesa, lo que determina mis movimientos, el uso de las herramientas, etc. El fin controla los medios. El fin existe primero en mi mente aun si los medios tienen que ser ejecutados antes de alcanzar el objetivo. El fin existe antes de los medios, pero es alcanzado después de haber utilizado los medios. Esto parece elemental, pero sucede con frecuencia, tratándose de asuntos públicos cotidianos, que uno confunde los medios con el fin y llega el asombro cuando al final todo está hecho un verdadero caos. (Nota del editor : Esto nos recuerda lo que el Papa Juan Pablo II dijo antes de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, el 2 de octubre de 1979 : "Les pido, damas y caballeros, me disculpen por hablar de cuestiones que son, ciertamente, tan evidentes para ustedes. Pero no es inútil hablar de ellas ya que el error más frecuente en las actividades humanas es la posibilidad de perder de vista, mientras las llevamos a cabo, las verdades más claras, los principios más elementales.")

Otro ejemplo al respecto, es el empleo. Muchos legisladores consideran al empleo como un fin de la producción y es por ello que destruyen o paralizan todo lo que pueda ahorrar tiempo para la misma. Si ellos consideran el trabajo como un medio de producción, estarían satisfechos con la cantidad de trabajo necesario para lograr la meta de la producción deseada.

De la misma manera, acaso no le corresponde al gobierno el facilitarle a la nación, incluidos todos los estados, la obtención del bien común ? Con ello lograría servir, de acuerdo a dicho bien, a la gente que compone las diversas "asociaciones" de los diferentes municipios de la nación. ¿Acaso no creemos, por lo menos en la práctica, que el gobierno existe para velar por los intereses del pueblo al que gobierna ?

Uno puede decir lo mismo sobre los sistemas. Los sistemas se inventaron y se establecieron para servirle al hombre y no el hombre para servir a los sistemas. Entonces si un sistema daña a la mayoría de la gente, ¿debemos dejar que la multitud sufra a causa de dicho sistema ? ¿no sería mejor cambiar el sistema para que sirva a la multitud ?

Otra materia que será sujeto de un mayor estudio en nuestras publicaciones : dado que el dinero fue establecido para facilitar la producción y la distribución, ¿debemos limitar la producción y la distribución al dinero ? o ¿debemos relacionar el dinero con la producción y la distribución ?

Por tanto, uno se da cuenta que el tomar los fines como medios y viceversa o de subordinar los fines a los medios es estúpido, craso y muy difundido error que además causa un gran desorden.

Jerarquía de los fines

El fin es por tanto el objetivo, la meta buscada. Pero hay fines próximos, intermedios, lejanos y últimos.

Yo me encuentro en Montreal. La compañía automotriz en la que trabajo me envía a China para negociar la obtención de relaciones comerciales. Empiezo por tomar el tren de Montreal a Vancouver. Ahí me embarco en un trasatlántico que me llevará a Hong Kong, donde deberé recurrir al transporte público para el resto del viaje.

El abordar el tren a Montreal es para llegar únicamente a Vancouver, pero Vancouver no es la meta de mi viaje, aunque sí es el fin de mi viaje por tren. Llegar a Vancouver es por tanto, un fin intermedio, es sólo un medio arreglado para el fin último de mi viaje, pero si es tan solo un medio para el fin último, es en cualquier caso, un fin en referencia al viaje en ferrocarril. Pero si este fin intermedio no es llevado a cabo, mi fin último – lograr la negociación para la apertura de relaciones comerciales en China – no podrá lograrse.

Los fines intermedios tienen un campo determinado. No puedo pedirle al ferrocarrilero que me lleve hasta Hong Kong. Tampoco puedo pedirle al trasatlántico que me lleve de Montreal a Vancouver. Además, debo centrar todos los fines intermedios en el fin último. Si yo tomo el tren a la ciudad de Quebec, sin lugar a dudas podré llevar a cabo este fin especial a la perfección : llegar a la ciudad de Quebec. Pero esto no me llevará al fin último : cerrar las relaciones comerciales con China.

En breve, comprenderán la razón para todas estas distinciones tan elementales. Se ven muy simples en el caso presente : el viaje de negocios a China. Uno por lo regular no es consciente de ello, pero son ellas las que nos llevan al caos en materia económica.