El derecho al desarrollo debe tenerse en cuenta en las cuestiones vinculadas a la crisis deudora de muchos países pobres. Esta crisis tiene en su origen causas complejas de naturaleza diversa, tanto de carácter internacional — fluctuación de los cambios, especulación financiera, neocolonialismo económico — como internas a los países endeudados — corrupción, mala gestión del dinero público, utilización distorsionada de los préstamos recibidos —. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, no. 450

Cada año los gobiernos elaboran sus presupuestos anuales. Es un programa que muestra los ingresos y los gastos previstos para los próximos doce meses. Ya sea que ese presupuesto se prevea para los gobiernos federales, provinciales o municipales, o de las juntas escolares, invariablemente existe un ítem en la lista: el pago de la deuda. 

Es obvio que hay gastos: el gasto previsto para diferentes servicios y para la administración; para la construcción de puentes, canales, carreteras, edificios públicos; para la seguridad social, las pensiones de vejez, las asignaciones familiares, pensiones para las personas con discapacidad; en los municipios, para la recogida de basuras, mantenimiento de las calles, los departamentos de bomberos y de policía; las juntas escolares, construcción y mantenimiento de las escuelas, los sueldos de los maestros, etc.

Todos estos diversos gastos - todos excepto uno - son examinados cuidadosamente por los representantes del pueblo en estos diversos organismos públicos. Se hacen preguntas, se dan respuestas y a veces se hacen modificaciones antes de que dichos artículos sean aprobados.

Todos, salvo un artículo. ¿Cuál es éste? El que se ha mencionado anteriormente, el del pago de la deuda o el cobro de intereses de la deuda pública. Este tema es inviolable; intocable; fuera de toda duda, privilegiado. No hay preguntas formuladas al respecto; no hay discusiones.

Fondos solicitados para fines benéficos pueden ser tachados. Ayuda a los necesitados puede dejarse de lado. A los niños y las familias se les puede dejar en la calle. Las necesidades públicas pueden ser abandonadas. Pero para la deuda, para el pago de la deuda, de las tasas de interés anuales que se deben pagar en esta deuda - incluso si el servicio de la deuda requiere usar de un cuarto, de la mitad, o las tres cuartas partes del presupuesto; ¡incluso si los impuestos tienen que ser elevados a tal punto que los ciudadanos son despojados de sus riquezas y propiedades - no puede haber ningún argumento u obstáculo que lo detenga!

¿A quién, entonces, es tan importante pagar estas sumas, esta parte privilegiada del presupuesto? ¿Van a ser entregadas a las personas que están a punto de morir de hambre y que perecerán si la ayuda no llega? De ningún modo. Estas sumas irán a los financieros. Y, normalmente, no se encuentra a estos señores viviendo en barrios pobres, acostados en camas de paja o sentados en la mesa, ante unos platos vacíos.

Las personas son despojadas

Pero ¿cómo es posible que tantas y tan pesadas deudas se encuentren sobre los hombros de nuestros organismos públicos? ¿De dónde proceden estas deudas, que toda la población debe pagar a través del pago de impuestos, directa o indirectamente; impuestos que reducen en gran medida el poder adquisitivo de los ciudadanos, incluso cuando estos no tienen lo suficiente para satisfacer sus necesidades más esenciales?

¿Por qué existen estas deudas? Debido a qué nos sometemos, con fe casi mística, a un sistema financiero que, de hecho, constituye la mayor estafa jamás perpetrada sobre la humanidad; una estafa, que priva a las personas con el mismo método que utilizan para producir riqueza real.

Para demostrar esto, sólo es necesario comparar la situación de Canadá en la actualidad con el Canadá de hace 50 o 100 años - un Canadá de pioneros.

No existían granjas, fábricas, carreteras, escuelas y hospitales cuando los primeros colonos vinieron a establecerse en Canadá. Todas estas cosas han venido a la existencia desde su llegada. Son riquezas progresivas. Tal riqueza es hoy infinitamente mayor de lo que era hace 50 o 100 años. Y, sin embargo, comparemos la deuda: la suma de todas las deudas públicas de Canadá hoy en día, con la suma de las deudas públicas en esos días. La verdadera riqueza es igual a la deuda financiera - ésta parece ser la ecuación. ¿Y quién se endeuda? Las personas; ya que es la gente quien hace los pagos necesarios para el servicio de la deuda.

Y, sin embargo, ha sido la gente del país quien, a lo largo de todos estos años, ha producido la gran riqueza de Canadá.

¿Quién construyó las escuelas, los sistemas de abastecimiento de agua, las carreteras y los otros servicios públicos? Los ingenieros y trabajadores del país. ¿Por qué fueron ellos capaces de dedicarse a la producción de esta riqueza en lugar de a la producción de sólo bienes de consumo? Porque había otros trabajadores que estaban produciendo los alimentos, la ropa, los zapatos y una multitud de otros bienes y servicios que los constructores necesitaban.

En otras palabras, son las personas, quienes por el trabajo que han realizado al explotar los recursos del país - recursos colocados allí por Dios para su uso-, del trabajo que han hecho juntos, y de todo lo que la tierra ha proporcionado, y sigue proporcionando, las fuentes de la riqueza de todos estos desarrollos.

Y, sin embargo, cuando se ha construido una escuela, un reservorio de agua, carreteras, o cualquier otro tipo de producción pública, esto es añadido como un costo de la deuda pública que debe ser pagado por el pueblo. Y lo peor, se espera que las personas paguen este costo, esta deuda, no una, sino dos veces o, a veces más, de acuerdo con el calendario fijado para la realización de pagos. 

Los productores son facturados

He aquí, pues, una muy curiosa especie de contabilidad. Doblemente curioso el hecho de que la factura por los productos se envía a los productores, ¡y no sólo por el costo de la producción!

Para ser un poco lógico, no deben ser los productores quienes tengan que pagar por el costo de la producción, sino los consumidores. Sin embargo, ellos sólo deben pagar por lo que consumen.

Por ejemplo, si compro una barra de pan, voy a pagar por ella porque voy a consumirla. Sin duda no pagaré dos veces el precio, porque no voy a consumirla dos veces. De seguro, el panadero no es quien va a pagar por mi pan. El comprador no es el productor sino el consumidor.

Y esto debería ser el caso de la producción pública, la producción de la riqueza y los bienes de las personas.

Las escuelas, los sistemas de agua, las carreteras - estas cosas que la población ha producido van a ser utilizados por las personas mismas. Así, ocurre que las personas que son los productores de esta riqueza se convierten ahora en los consumidores de dichos productos. La población "consume" su propia producción pública. En el caso de los bienes duraderos, este consumo se lleva a cabo por grados, en que los bienes son usados; esto se llama depreciación.

Muy bien, vamos a facturar a la gente por lo que consumen, pero no por lo que producen. No endeudemos a la gente por la producción de una escuela, de un sistema de agua o de una carretera, sino que se les cobre por la depreciación gradual de estos bienes. Esto sería más conforme con la realidad.

Un edificio no puede ser "consumido" dos veces más de lo que una barra de pan podría. No se puede depreciar por más de su valor.

Extorsión a todo lo largo del camino

¿No es extraño que las personas deban someterse a esta extorsión en una escala gigante?

Hasta ahora hemos hablado solamente de la producción pública. Es el mismo sistema financiero que, directa o indirectamente, financia la producción privada, estableciendo las condiciones. Tanto industriales como comerciantes están obligados a pagar un interés por el derecho a producir los bienes necesarios para satisfacer las necesidades del país. También en este caso, es sin duda la gente, quien paga lo que se exige por este sistema de extorsión. En la producción pública, el dinero se recauda a través de impuestos. En el caso de la producción privada, el impuesto se impone a través del precio.

Las consecuencias de esto es que no podemos sacar provecho de los enormes frutos del progreso. Estamos aplastados bajo un peso siempre creciente de tributos, mientras que la inmensa capacidad productiva de la producción moderna, debe hacer posible que las necesidades públicas estén satisfechas, sin por ello obligar a que estas necesidades particulares se queden insatisfechas. Lamentamos los cada vez mayores incrementos en los precios de los bienes y servicios cuando, de hecho, la extraordinaria facilidad con la que la producción se puede lograr, debería resultar en un cada vez menor precio de costo.

Todo esto ha ocurrido porque nuestro sistema financiero es el "Amo" en lugar del Servidor, y como tal, arrebata a la gente de los frutos de su trabajo, que son la riqueza real del país.

El origen de esta trama

Pero ¿cómo comenzó esta gigante estafa? Comenzó en ese primer acto de hurto: la apropiación del crédito de la sociedad por aquellos que hacen y destruyen los medios de pago; por aquellos que controlan el flujo del crédito financiero.

En diferentes artículos hemos explicado muchas veces, de diversas maneras, en qué consiste el dinero moderno; cómo es creado y dónde; qué condiciones se colocan sobre él; el tiempo que permanece en existencia y la forma en que se destruye.

Tengamos en cuenta que el valor del dinero, sin importar la forma que adopte, no deriva del valor del material del que está hecho - oro, plata, níquel, aluminio, bronce, papel o figuras escritas en un libro de contabilidad. No. Su valor se extrae a partir de los bienes y servicios que corresponden al mismo. Sin mercancías y productos, todo el dinero en el país no tendría valor alguno.

Los bienes y servicios son proporcionados por personas que explotan sus recursos naturales, utilizando su inteligencia, sus brazos, las máquinas, las invenciones y todas las técnicas de una sociedad altamente desarrollada. Todos estos factores constituyen la verdadera riqueza; el capital real. Es esta capacidad de producción la que da origen a la confianza de ser capaces de vivir de los frutos de un país. Esto es un crédito real de un país (crédito= confianza).

Es sobre todo un crédito social que va mucho más allá de la suma de las capacidades individuales de los ciudadanos. La producción total habría sido infinitamente más pequeña, aunque cada individuo haga grandes esfuerzos, si no fuera por el hecho de que la vida en la sociedad ha permitido conservar, añadir y transmitir, de una generación a otra, el patrimonio de conocimientos y habilidades adquiridos durante el curso de muchas generaciones. También hay que considerar que la vida en la sociedad ha hecho posible la división de las diversas actividades que abastecen el mercado de trabajo y la comunidad.

El único valor que tiene el crédito financiero, proviene del crédito real. Es, en esencia, nada más que la expresión monetaria; la expresión en cifras del crédito real. Por lo tanto, también es un bien común a la comunidad, y no propiedad de los que monetizan el crédito real o lo digitan en términos de figuras, que ejercen la misma función que el dinero.

Pero si esta gran capacidad de producción se debe movilizar y poner al servicio de las necesidades de la comunidad, es necesario que tengamos esta cosa que llamamos "dinero", o como se le llama más comúnmente en la actualidad: crédito financiero.

Esta operación tiene lugar en el sistema financiero

Por lo general, la mayoría de las personas supone que los bancos son los establecimientos creados para recibir los ahorros y luego prestar estos ahorros con el fin de obtener un beneficio. La verdad es muy diferente. Lo que las instituciones financieras prestan; lo que le dan al prestatario, no es el ahorro dejado por los depositantes. Lo que prestan - y ellos lo saben muy bien - es el crédito financiero que se crea al inscribir la cantidad del préstamo para el crédito del prestatario.

Y puesto que este crédito financiero, este nuevo dinero prestado por la institución, está basado en el crédito real de la sociedad; es la propia sociedad, a través de la intermediación de los bancos, quien suministra este nuevo crédito al prestatario. Sin embargo, la institución financiera trata este nuevo crédito como si fuera estricta y exclusivamente de su propiedad. Ellos prestan con una tasa de interés que se les debe pagar, junto con el préstamo original. El prestatario debe tratar de extraer este dinero adicional, el interés, del público, a través de sus precios. Por lo tanto, es la misma sociedad, que es la verdadera dueña de este crédito, quien debe pagar por el permiso para crear riqueza, que en realidad pertenece a la sociedad.

Puesto que este crédito es esencialmente un bien social, a pesar de que se prestó a través de la mediación del banco, deberían ser las personas quienes deriven beneficios y ganancias de ello, en lugar de tener que ser gravadas por ello. Admitimos que los bancos tienen derecho a una remuneración justa por su contabilidad. Pero la cantidad de contabilidad en relación con, digamos, una escuela, no puede valer el costo, de dos a tres veces el valor de una escuela.

Para llevar nuestro análisis un poco más lejos; si consideramos todo este asunto en términos de la realidad y los hechos, dejando a un lado todo el vocabulario de la terminología financiera, cualquier producción en el análisis final, cuesta realmente lo que era necesario consumir con el fin de producirlo.

Todo lo que se ha consumido en un año, constituye el costo real de la producción durante ese año. 

Si nuestro sistema financiero existiera para reflejar fielmente, este conjunto de hechos, no podía existir una deuda colectiva como la que tenemos, pues no podríamos consumir más de lo que podríamos producir.

En su lugar tendríamos la expresión de un superávit financiero, lo que sería la expresión de un excedente de la producción total, sobre el consumo total.

Sin embargo, el sistema financiero no da esa expresión de hechos, ya que es falso y fraudulento.

Dando la espalda a la luz

Son casi 100 años desde que los detalles completos de este gran engaño fueron expuestos y explicados por un genio, el ingeniero escocés C. H. Douglas. Él también demostró, cómo este sistema de engaño, extorsión y de tiranía se podría convertir en un sistema de servicio: en un sistema que pondría el crédito financiero al servicio de los productores, para que puedan producir y poner el poder adquisitivo adecuado en manos de los consumidores, para que éstos puedan adquirir los productos. Esto debía hacerse a través de la aplicación de los principios que han llegado a ser conocidos como el crédito social. (Nota: principios, no partidos)

Las deudas públicas serían entonces convertidas en bienes públicos. En lugar de impuestos, que privan a las personas de los bienes, cuando existe abundancia para el consumo, habría un dividendo para cada individuo, que evitaría que las personas vivan en la miseria. Habría una verdadera seguridad social, sin inquisiciones humillantes o de impuestos, en base a la gran capacidad productiva del país.

La dictadura financiera ha corrompido toda nuestra vida económica. Ha dado lugar a una economía de lobos. Ha pervertido el verdadero fin de la actividad económica al hacer su fin la idolatría del dinero. Ha dado lugar a un flagelo universal que llamamos el culto al dinero. Es algo verdaderamente diabólico.

No tiene sentido hablar de poner fin a tal poder a través de luchas electorales. De hecho, no puede ser vencido por cualquier método o por una fuerza meramente humana. Es absolutamente necesario invocar la ayuda del Cielo. A continuación, los hombres tienen que reemplazar el culto al dinero por el culto del servicio; la división por la unidad; el egoísmo por la auto-dedicación y una vida pagana por una vida de santidad, coherente con la Fe que profesamos.