Nuestra época está presenciando eventos de tal magnitud, que ninguna persona sensata puede ignorarlo. Lo sobrenatural irrumpe en nuestro medio constantemente, para aquellos que quieren verlo, y las manifestaciones del mal son extremadamente fuertes en este siglo, que el Cielo está derramando Gracias extraordinarias, sin precedentes, que nos ayuda proveyéndonos los elementos necesarios para prevalecer sobre la desintegración física y moral que amenaza en destruirnos. Las personas han perdido el sentido del pecado y la apostasía y degradación pululan por doquier. En otros términos, más claros, los graves acontecimientos que se acercan para la humanidad, son de tal magnitud, que la Santísima Trinidad ha enviado a María, Madre de Dios, Madre de la Iglesia y Madre nuestra, para prevenirnos e indicarnos el Camino a seguir.

El único camino es Su Hijo Jesús, nuestro Señor y nuestro Dios y debemos seguirlo. Pero, a pesar de que los mensajes de nuestra Señora imploran nuestra atención, muchos lo ignoran y se niegan a escuchar. La dureza del corazón humano y los ataques del enemigo de Dios y nuestro, hace difícil que las personas escuchen los avisos y vean las señales que Dios envía a la humanidad.

Se nos pide con maternal insistencia que volvamos a Dios sin demora. Dios esta incluso hablándonos a través de instrumentos suyos en este tiempo, en varias partes del mundo. Y ya que otros medios no han sido acogidos como deberían, Dios nuestro Señor, está usando apariciones y locuciones. Ya nos advirtió el Señor, que si no lo aceptamos como Niño (en Su Misericordia) vendrá como Justo Juez y que Su Misericordia ha llegado a su fin y que inicia la hora de Su Justicia.

A través de mensajes previos y "nuevos", la Santísima Virgen María, nos vuelve a llamar a prepararnos, ya que la hora se acerca para una gran Tribulación en la Iglesia y fuera de ella. Nos llama a que despertemos:

"Hijos míos, soy vuestra Madre y vengo a buscaros para que os preparéis a llevar mi mensaje de reconciliación: Se acerca un gran momento, un Gran Día de Luz. Las conciencias de este querido pueblo deben ser sacudidas violentamente para que puedan "poner en orden su casa" y ofrecer a Jesús la justa reparación por las infidelidades diarias que los pecadores cometen […] es una hora de decisión para la humanidad." (María Esperanza, Betania, Venezuela 1928-2004).

No despreciemos los llamados insistentes del Cielo. Ya nos recordaba el Papa Benedicto XVI: "En cada época, la Iglesia ha recibido el carisma de profecía, que debe ser escudriñado, pero no despreciado". (Mensaje de Fátima, Comentario Teológico del Papa Benedicto XVI).

La Santísima Virgen María llama nuestra atención a que despertemos del letargo en que nos encontramos, y nos describe la terrible batalla que se está librando. Satanás ha desatado toda su furia y poderío y junto con sus demonios y minios en la tierra, quiere llevarse el mayor número de almas que pueda y trata de destruir a la Iglesia (cosa que no sucederá). No olvidemos que el objetivo final de Satanás es extinguir de la faz de la tierra la luz de la fe y destruir a la humanidad.

Esta gran batalla que se libra en los cielos, se está también ejecutando en menor grado en la tierra, pero muy pronto se desencadenará espantosamente con una violencia demoníaca ante nuestros ojos, en los cielos, mar y tierra. Si no es por la Fe, no se puede entender esta gran lucha. Lo que estamos siendo testigos es de la intercesión poderosa de nuestra Madre, la "Mujer Vestida de Sol" (Apocalipsis 12) que a través del mundo nos llama a refugiarnos mediante nuestra Consagración a Su Hijo, a través de Ella, en Su Inmaculado Corazón. Si no lo hacemos, no podremos resistir lo que se nos viene.

La batalla final se avecina muy pronto. El número de los sobrevivientes será muy pequeño. Pero a pesar de esto, hay un lugar seguro donde buscar protección: El Inmaculado Corazón de María. Ella nos está llamando a entrar en Su Inmaculado Corazón a través de la Consagración. El Castigo se acerca. Nuestra Madre nos llamada entrar en Su refugio. 

A medida que los eventos avancen, se puede anticipar que la Persecución a la Iglesia será terrible, al punto que parecerá haber sido destruida. Ya nos recuerda el Catecismo:

« Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf. Lc 18, 8; Mt 24, 12). La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra (cf. Lc 21, 12; Jn 15, 19-20) desvelará el "misterio de iniquidad" bajo la forma de una impostura religiosa, que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo, colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne. » CIC 675

La Stma. Virgen María nos advierte que la tierra sufrirá "tres días de tinieblas" sin la Luz de Cristo, así como nuestro Señor estuvo tres días debajo de la tierra. Sin embargo, al final de esta Purificación, vendrá una gloriosa resurrección y una Era de Paz. De allí nuestra fuente de esperanza, ya que nuestro Señor vence a la muerte y al pecado, y este es eliminado. 

"La Iglesia [...] « sólo llegará a su perfección en la gloria del cielo [...] cuando llegue el tiempo de la restauración universal y cuando, con la humanidad, también el universo entero, que está íntimamente unido al hombre y que alcanza su meta a través del hombre, quede perfectamente renovado en Cristo »" CIC 1042