Los Estados no pueden dejar de existir y deben conservar su soberanía

La mayoría de los periódicos y otros medios de información emplearon una sola frase de la nueva encíclica de Benedicto XVI, y titulan en grandes encabezados:

El Papa aboga por « una autoridad política mundial », o también un « gobierno mundial ».

Estas ideas no están basadas ni en la realidad ni en una clara lectura de la encíclica Papal. El Papa habla directamente contra un gobierno mundial que aboliría todos los Estados nacionales. Y, como sería esperado de aquellos que han leído sus escritos anteriores, pide la reforma masiva de las Naciones Unidas. La confusión parece haber venido del párrafo 67 de la encíclica, que tiene algunas citas sacadas de contexto, que han condimentado las páginas de noticias del mundo, desde el New York Times hasta aquellos sitios de Internet que ven al Papa como el Anticristo. 

El párrafo de la encíclica que se cita fuera de contexto, puede dejar una cierta duda; se lee como sigue (n. 67): « Para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, el Beato Juan XXIII. »

Sin embargo, en el párrafo 41, el Santo padre explica este concepto de "autoridad política mundial" que, lejos de abolir el Estado-nación, reforzaría más bien el papel de los Estados: « Al igual que se pretende cultivar una iniciativa empresarial diferenciada en el ámbito mundial, también se debe promover una autoridad política repartida y que ha de actuar en diversos planos. El mercado único de nuestros días no elimina el papel de los estados, más bien obliga a los gobiernos a una colaboración recíproca más estrecha. La sabiduría y la prudencia aconsejan no proclamar apresuradamente la desaparición del Estado. Con relación a la solución de la crisis actual, su papel parece destinado a crecer, recuperando muchas competencias. Hay naciones donde la construcción o reconstrucción del Estado sigue siendo un elemento clave para su desarrollo. »

Más adelante en la encíclica, en el párrafo 57, Benedicto XVI explica justamente que un gobierno mundial único con un solo líder sería peligroso y totalitario, y contrapone a la centralización extrema su contrario, la descentralización, o subsidiaridad (un principio de la doctrina social de la Iglesia que enseña que los niveles superiores de gobiernos no deben hacer lo que los niveles inferiores, más cerca del individuo, pueden hacer):

« Para no abrir la puerta a un peligroso poder universal de tipo monocrático, el gobierno de la globalización debe ser de tipo subsidiario, articulado en múltiples niveles y planos diversos, que colaboren recíprocamente. La globalización necesita ciertamente una autoridad, en cuanto plantea el problema de la consecución de un bien común global; sin embargo, dicha autoridad deberá estar organizada de modo subsidiario y con división de poderes[138], tanto para no herir la libertad como para resultar concretamente eficaz. »

Para no ser deshonestos, y hacerle decir al Papa lo que en realidad él no dijo, los medios que informaron sobre la noticia debían haber citado el párrafo 67 por completo, desde el principio: « Ante el imparable aumento de la interdependencia mundial, y cuando estamos en presencia de una recesión también mundial, se siente mucho la urgencia de la reforma de la Organización de las Naciones Unidas como también de la arquitectura internacional económica y financiera con vistas a dar una realidad concreta al concepto de familia de las Naciones. »


Lo necesario

La autoridad mundial que necesita de reforma, de la que hablaba Juan XXIII en Pacem in terris y Pablo VI en Populorum progressio, es las Naciones Unidas. No se trata de transformar a las Naciones Unidas en un gobierno mundial que elimine los Estados-naciones, sino de crear un lugar internacional de encuentro que respete el concepto « de familia de las naciones », donde cada país continúa existiendo y conservando su soberanía.