En esta ocasión voy a parafrasear algunas citas del Dr. Peter Kreeft de una charla sobre "como ganar la guerra cultural", junto a otras fuentes.

Para ganar cualquier guerra y toda clase de guerra, creo que las tres cosas más necesarias que debemos conocer y recordarnos son :

  • 1. que estamos en guerra.
  • 2. quien es nuestro enemigo, y
  • 3. qué armas o estrategias pueden derrotarlo.

Hoy me dedicaré a la primera.

En primer lugar no podemos ganar una guerra, si dichosamente izamos banderas de paz sobre el campo de batalla, o en segundo lugar, si estamos demasiado ocupados luchando guerras civiles en contra de nuestros aliados, o bien, en tercer lugar, si estamos empleando las armas equivocadas. Por ejemplo, hay que combatir el fuego con agua, no con fuego.

Así que doy inicio a esta carta, con unas cuestiones elementales muy básicas : el reconocimiento de que estamos en una Grave Crisis Cultural, Religiosa y de Identidad en el mundo, así podremos asegurarnos de que todos sabemos al menos este mínimo.

Si ustedes están sorprendidos de que en nuestras publicaciones citemos con frecuencia sobre la Tribulación que se está viviendo en el seno de la Iglesia y de que toda nuestra civilización está en crisis, les doy la bienvenida de vuelta de sus agradables vacaciones en la luna.

Ciertamente muchas almas parecen que están en la luna, paseando alegremente alrededor del Titanic, mientras éste se hunde ; acomodando lentamente las sillas de la terraza ; diríase esto especialmente de los intelectuales, que se supone que tienen los ojos más abiertos. Pero, de hecho, a menudo son ciegos que guían a otros ciegos. He comprobado una y otra vez el principio de que sólo hay una cosa necesaria para que usted pueda creer cualquiera de las 100 ideas más absurdas posibles que cualquier ser humano pueda concebir : debes tener un doctorado.

Tomemos por ejemplo alguna revista o folleto eclesial donde se nos habla del progreso en la Iglesia y en el mundo. O se nos enfatice de la Primavera en la Iglesia y de cómo Dios en Su misericordia no juzga a nadie y de que hasta los que viven en pecado mortal -sin intención de cambiar- pueden recibir la Sagrada Eucaristía. Y estos se preguntan : ¿Por qué está todo mejorando ? ¿Por qué la vida es tan buena en nuestra Iglesia y en nuestro país hoy en día ? ¿Por qué hay tanta gente que va a Misa los domingos ?

Si nos detenemos a leer con cuidado estas suposiciones, nos daremos cuenta que quienes las escriben nunca se cuestionan el porqué de tanto falso positivismo.

Pero la realidad es otra : Estamos viviendo en una Iglesia que está apostatando de su Verdadera Fe y de una sociedad apóstata que es capaz de crímenes mayores que una sociedad pagana. Las naciones otrora Cristianas han llegado a los extremos de perversidad inimaginable. En éstas pueden darse horrores extremos, como « el derecho al aborto », financiado por los contribuyentes, la bendición de las "uniones homosexuales en Templos Católicos, « el matrimonio homosexual », equiparado al matrimonio, la eutanasia, el adiestramiento estatal para la rebeldía, la droga y la fornicación, también financiado por los contribuyentes, y un gran etc. Una sociedad apóstata es diabólica, es capaz de promover, legalizar y financiar las mayores atrocidades.

El camino del paraíso perdido, al paraíso recuperado está empapado en sangre. En el centro mismo de la historia hay una cruz, un símbolo de conflicto, si es que alguna vez hubo uno.

El tema de la guerra espiritual nunca está ausente en las Escrituras y nunca está ausente en la vida y los escritos de un solo santo. Pero casi nunca está presente hoy en día en la educación religiosa.

¿Quién no sabe que estamos en guerra ? ¿Quién no sabe que los bárbaros están en las puertas ? Mejor dicho, dentro de las puertas, escribiendo los guiones de los programas de televisión, del "nuevo camino de la Iglesia", de películas, libros de texto de las escuelas públicas, religiosas y en los estamentos de los estados. Solo aquellos en la burbuja lunar de la academia o la burbuja lunar de los programas de educación religiosa del establecimiento, con sus profetas no rentables que claman : "Paz, paz" cuando no hay paz ; los que componen esas sombrías canciones de cuna liberales y lúgubres que soportamos como himnos contemporáneos en las "Santas Misas" de hoy.