Patrona de los niños que van a recibir la primera comunión

"Esta niña angelical nació en la ciudad de Bolonia, en 1322. Era hija de los Condes de Lambertini, ilustres en nobleza y en virtud. La condesa, desconsolada porque no tenía hijos, había rogado fervorosamente para que le fuese concedida una hijita, y, según se dice, obtuvo tal merced del Cielo por medio del Santísimo Rosario, del cual era devotísima.

La pequeña Imelda pronto llamó la atención por sus celestiales inclinaciones. Cuando lloraba, se sentía consolada al oír los nombres de Jesús y de María; cuando comenzó a hablar, fueron estos nombres dulcísimos los que pronunció con más frecuencia. A veces, la encontraban con las manos levantadas al cielo, en oración, y con los ojos anegados en lágrimas de ternura.

Permanecía largos ratos sobre las rodillas de su madre, aprendiendo las primeras oraciones. Era muy devota de la Madre de Dios, y, sobre todo, de la Sagrada Eucaristía. Pasaba muchas ho ras delante del Sagrario, como extasiada, y, con mu cha frecuencia, se alejaba de las fiestas de familia, y se iba al oratorio del palacio, prefiriendo a todo bullicio el encanto de aquel altarcito, que ella misma arreglaba y adornaba con flores. Más de cuatro veces se habían preguntado sus parientes: "¿Qué llegará a ser, con el tiempo, esta niña?"

Sus deseos de recibir a Jesús aumentaban día a día, pero en aquella época a los niños menores de 14 años no se les permitía el acceso a la Santa Comunión. Ella se lo pedía con insistencia a sus padres, y queriendo llevar una vida santa, pidió la dejaran ingresar en un convento, cosa que se permitía en casos excepcionales, como en el de esta niña tan especial. Así fue como ingresó en el monasterio dominico de Val di Pietra.

Estando ya en dicho lugar, pidió insistentemente al sacerdote le dejara recibir a Jesús-Eucaristía, cosa que le fue reiteradamente negada, por no cumplir el requisito de la edad. Pero Dios, a veces, se salta las normas humanas, cuando hay gran amor. 

Éste era, sin duda, el caso de Imelda.

Prosigue con el relato el padre Llorens, explicando lo que aconteció un día:

"El 12 de mayo de 1333, cuando ya habían comulgado todas las monjas y cuando ya había sido cerrada la puerta del Sagrario y estaban apagados los cirios del altar, mientras las religiosas se dirigían a sus ocupaciones, Imelda se quedó postrada en tierra, en el coro, con gran desconsuelo. De repente, el coro se iluminó con una luz milagrosa y se llenó de un aroma suavísimo, que, esparciéndose por todo el convento, atrajo otra vez hacia la iglesia a todas las monjas. Una Hostia se movía sola, en el aire, y parecía que quería ir hacia la monja-niña, que se derretía de amor, temblorosa y con las manos juntas, bajo la influencia del Sol de las almas. Al ver tal milagro, el sacerdote entendió claramente la voluntad de Dios, se revistió de nuevo, y tomando la Hostia que flotaba en el espacio, administró a Imelda la Sagrada comunión.

Entonces, Imelda cerró los ojos a toda cosa exterior, juntó las manos, inclinó la cabeza… y pareció quedar dormida. Pero pronto su color rosado se transformó en un color ligeramente blanquecino, y pasaron varias horas sin que se desvaneciera el encanto. Entonces las monjas presintieron lo que sucedía; se acercaron a ella, la llamaron, pero no respondió; estaba muerta, muerta de amor a Jesús, tal como se había imaginado…"

¿Puede haber cosa más hermosa que morir de amor abrazada al Amado? ¿Podemos imaginar por un momento el rostro de esta angelical criatura, dejando este mundo en un éxtasis de amor? Su cuerpo incorrupto se conserva en la iglesia de san Segismundo de Bologna.

"Flores Eucarísticas" del P. Zacarías de Lloréns, O.F.M.Cap