Cuando se pierde el Norte

« Es preciso revisar ciertos mecanismos del mundo económico basados en los principios de un capitalismo salvaje o de un colectivismo materialista, burocrático y policial que humilla al hombre. Se debe reestructurar el entero sistema económico del mundo. Un sistema económico internacional que conceda prioridad ética al desarrollo de los países y de toda persona humana. »

Objetivo significa la existencia de una finalidad, una meta a seguir. Pasar por una crisis de objetivos, es "perder el Norte". Es no saber ya hacia donde dirigirse. O bien, es como seguir unas veces un camino, otras veces otro, sin preocuparse en saber si el camino que elegimos nos lleva a la dirección del objetivo por alcanzar. 

Cuando es la economía la que pierde el Norte, toda la vida de los hombres, y la vida de cada hombre padece de ello.

Sin embargo, no es difícil descubrir el objetivo de la economía. Si se pregunta a un niño en la escuela ¿Por qué se cultiva el trigo? Él contestará: es para hacer el pan. ¿Por qué se construye una casa? Es para el alojamiento de una familia. Pero si usted le pregunta a un empresario ¿Por qué construye una casa o varias casas?, o ¿Porqué se instalan restaurantes?, le contestará: para enriquecerme. He ahí ya, una distancia con el Norte.

Si se pregunta a un economista, ¿Por qué la industria? Es posible que le conteste: es para dar empleo. ¿Por qué multiplicar y diversificar las industrias en una región? Para que todo el mundo pueda ser contratado.

¿Qué demandan los Sindicatos al gobierno? Y ¿qué es lo que los políticos de segunda prometen realizar? Un contrato integral.

Así se podría creer que el objetivo de la economía es hacer trabajar a la gente, contratarla, unirla al servicio de empresarios quienes tienen por objetivo enriquecerse. 

Los Sindicatos, los economistas, los gobiernos han perdido el Norte. Los productores también han perdido el Norte: no producen ya para responder a necesidades, producen para hacer dinero, para hacerse ricos. 

Si existe la posibilidad de continuar haciéndose rico, la empresa mantiene su actividad; si ya no existe esta posibilidad, a pesar de las necesidades que hay que cubrir, la empresa desaparece. 

El objetivo de la producción

Los bienes son hechos cuando hay necesidades. Las necesidades las conoce aquel que las tiene. Pues, quien tiene estas necesidades, es quien puede decir lo que le hace falta; y es él quien debería decir a la producción lo que debe hacer.

Pero, en general, como casi siempre el que tiene menos dinero es el que tiene las más grandes necesidades, por ende es el, el que menos le dice a la producción lo que tiene que hacer.

Eche un vistazo a las páginas de los grandes periódicos. ¿Ven acaso ustedes a los consumidores expresar a los productores lo que esperan de ellos? No, todo lo contrario: ustedes ven páginas llenas donde los productores dicen a los consumidores lo que hace falta comprar.

Si la economía fuese ordenada de acuerdo a las necesidades, estas necesidades, hoy, serían fácilmente satisfechas porque la producción moderna es muy eficaz para hacer cualquier cosa: una cuna o un ataúd, una peinilla para el cabello o una casa, el pan para alimentar o bombas para matar. 

Pero con un objetivo perdido, tenemos una economía corrompida. Todos corren en dirección del dinero, y los que controlan el dinero pueden hacer con ellos lo que deseen, y en efecto hacen que los humanos disputen y se muerdan los unos a los otros tal como dos perros frente a un solo hueso. Entonces tenemos lo que los Ingleses llaman una economía de "dog-eat-dog" (perro come perro).

La contratación se vuelve el "Norte"

El objetivo de la economía no es de ningún modo, el crear empleos; es proveer y entregar bienes ahí donde están las necesidades. Además la producción moderna lo hace rápidamente, con menos gastos de materiales y de trabajo, y es perfecta. 

El progreso se inclina, en sí, hacia ese objetivo: producir tanto, o más, con menos utilización de tiempo y de labor humana. 

El primero y el más directo fruto del progreso, debe de ser, el liberar a los hombres, alimentándolos al mismo tiempo, permitiéndoles entregarse a otras funciones humanas diferentes a la sola función económica. Pero, puesto que los productores, los economistas, las sindicatos obreros, los gobiernos -hasta los sociólogos- han perdido el Norte, el progreso no libera, si no que crea problemas. Crea el problema de la contratación, porque todos aquellos grandes espíritus aseveran que hace falta ser contratado para tener el derecho de vivir. El progreso que despide a los empleados se vuelve un progreso creador de dificultades.

El empleo, que era un medio cuando era necesario, se vuelve un objetivo aun cuando no resulta ya necesario en sí. Se le devuelve lo necesario porque hacemos de él la condición indispensable para conseguir los productos cuyo caudal se alcanza ahora con menos trabajo humano.

El Norte, era la satisfacción de las necesidades humanas. Y lo perdimos. La brújula descompuesta hace correr hacia la contratación. La contratación se ha vuelto el Norte, el objetivo. ¿Hay una crisis de objetivo? Sí.

Víctor Brantz (quien fue profesor en la Universidad de Louvain), escribía:

"La economía política es la ciencia que se preocupa de los esfuerzos hechos por la humanidad para asegurar su existencia material y mejorarla en la medida y en el orden del bien"

Víctor Brantz no perdió el Norte. No sólo sabía respetar los objetivos propios de la economía, sino su subordinación a la meta última del hombre.

En octubre de 1920, C. H. Douglas escribía, en el prefacio de su libro "Credit-Power and Democracy" (El poder del Crédito y la Democracia):

"El fin de un sistema económico, es entregar los bienes que convienen  ahí donde existe la necesidad"

Y hablando en Swanwick manifestó:

"El sistema económico es meramente una de las actividades funcionales del hombre en este mundo... La organización económica es otro tanto más eficaz que provee más fácilmente y más rápido las necesidades económicas, sin usurpar otras actividades funcionales". (Warning Democracy, p. 38). Douglas nunca perdió el Norte.

El Papa Pío XI definió el fin del organismo económico en este pasaje de "Quadragésimo Anno" (en 1931):

"El organismo económico y social será sanamente constituido y alcanzará su fin, solamente cuando proporcione a todos y a cada uno de sus miembros, todos los bienes que los recursos de la naturaleza y de la industria, además de la organización verdaderamente social de la vida económica, tienen la posibilidad de proporcionarles"

Y agrega que "aquellos bienes tienen que ser bastante abundantes para satisfacer a las necesidades de una subsistencia honesta y permitir a los hombres elevarse hacia un grado de bienestar y de cultura que, usándolos con prudencia, ayude al ejercicio de la virtud."

La sabiduría en el uso de los bienes depende de cada individuo, una vez que los ha logrado. Pero la producción y el reparto de aquellos bienes, para que todos y cada uno tengan de ellos una parte suficiente, depende del organismo económico y social. Si no lo consigue en el mundo moderno de producción abundante y fácil, es porque perdió el Norte.

Una cita de Pío XII

Su Santidad Pío XII volvió a recordar varias veces el fin de la economía. Entre otros, en su radio-mensaje de Pentecostés del 1ero. de Junio de 1941:

"La economía nacional, fruto de la actividad de hombres que trabajan unidos en la comunidad nacional, no tiende a otra cosa más que a asegurar sin interrupción las condiciones materiales en las cuales podrán desarrollarse plenamente la vida individual de los ciudadanos."

Hay que examinar bien todas las palabras de esta frase:

La economía nacional: no la nacionalización, ni la colectivización, sino la suma de las actividades económicas de todos los ciudadanos, de todos los organismos del país, el fruto del trabajo de hombres unidos en una comunidad nacional formando una nación.

No tiende a otra cosa: No tiene otro objetivo, es su propio fin, y si se le inclina hacia a otra cosa, se le hace perder el Norte.

En asegurar: No prometer, mediante condiciones que excluyen a los ciudadanos incapaces de cumplir aquellas condiciones, sino asegurar y garantizar.

Sin interrupción: asegurar continuamente, no sólo cuando hay vacas gordas; las necesidades humanas son constantes, las necesidades humanas no dejan de existir por causa de la inmortalidad del cangrejo, ni por los "ciclos" de la "coyuntura económica", no dejan de existir mientras hay arreglos en las contrataciones, ni durante las migraciones impuestas a la mano de obra, de un rincón al otro del país.

Las condiciones materiales: es el fin particular de velar con buenas condiciones materiales, y no forzar la austeridad, ni de predicar la resignación a los que deja desprovistos delante de la abundancia de productos; una economía defectuosa no se rehabilita mandando a los hambrientos a la Iglesia en lugar de abrirles los graneros o bodegas que están llenos de bienes y productos.

Distribuyendo la abundancia podrá desarrollarse plenamente la vida individual de los ciudadanos: No con condiciones que permiten un desarrollo sólo raquítico, sino un pleno desarrollo; y un desarrollo de la vida individual  de los ciudadanos, es decir, de la vida de cada persona; no una prosperidad de la abstracción que llamamos colectividad, sino la prosperidad material de cada uno, que permita a cada uno proporcionarse algo más que el pan material, tener el espíritu libre para esmerarse al pleno florecimiento de su vida individual.

He aquí lo que reúne convenientemente el todos y cada uno de Pío XI. He aquí que confirma también, amplificando, la definición de Víctor Brantz. He aquí lo que concuerda perfectamente con la doctrina de Douglas, con las proposiciones del Crédito Social para derribar los obstáculos artificiales entre los bienes y las necesidades, para dar concretamente a todos y a cada uno un título por una parte de la abundante producción moderna.

La economía perdió el Norte. El Crédito Social lo devolverá.