« No se preocupen por lo que van a comer, ni por cómo se van a vestir... Miren las aves del cielo: no trabajan, no siembran ni cosechan, y sin embargo, su Padre celestial las alimenta... Su Padre celestial sabe lo que necesitan. Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. » (Mateo 6, 25–33)
¿Significa esto que ya no necesitamos trabajar ni hacer ningún esfuerzo? Louis Even, comentando este pasaje del Evangelio, escribe:
« La ausencia de preocupaciones materiales no quiere decir, obviamente, que no debamos ocuparnos de las cosas materiales, ni de producir lo que es necesario.
« No. Lo que quiere decir es que, una vez hecho lo que es razonablemente posible, lo que uno puede hacer con los medios de producción disponibles, al menos deberíamos estar asegurados de tener lo necesario — especialmente cuando lo necesario no falta, y está lejos de faltar. De hecho, lo necesario no falta... Nuestro Padre celestial, que es nuestro Creador, ha puesto en la tierra todo lo que se necesita para satisfacer las necesidades de toda la humanidad. »
El problema es que se necesita dinero para obtener comida, ropa y todas las cosas necesarias para vivir. Para quienes tienen dinero, no hay problema: pueden elegir dentro de la producción lo que les conviene. Pero para quienes no tienen dinero… tampoco hay productos.
La producción es abundante, pero la distribución no se realiza, debido a un sistema monetario defectuoso y lleno de contradicciones, donde el dinero, en lugar de ser una herramienta de servicio, se ha convertido en un instrumento de dominación, en un dios tiránico que endeuda a todos los países y hace que millones de personas vivan en la pobreza extrema.
¿Y el futuro?
Los avances tecnológicos hacen que cada vez haya más desempleados, especialmente con la llegada de la inteligencia artificial, que amenaza con eliminar la gran mayoría de los empleos actuales. De hecho, esta edición de la revista San Miguel contiene un dossier especial de varias páginas sobre la inteligencia artificial, que muchos describen como la mayor revolución tecnológica de la historia, mientras que otros la consideran una amenaza para el futuro de la humanidad.
Dado que esta tecnología está destinada a intervenir en todos los sectores de la actividad humana, realmente vale la pena estudiar este tema en profundidad. Los papas Francisco y León XIII, así como el Vaticano, también han hecho declaraciones recientes advirtiendo sobre los posibles peligros de la inteligencia artificial.
En esencia, el dinero no es más que una cifra, que permite utilizar y poner en marcha la capacidad de producción del país. El dinero no es la realidad ni un bien tangible (uno no se alimenta de dinero), sino un signo, un símbolo que da derecho a los bienes reales y tangibles, como los alimentos, la ropa, las viviendas, etc.
El dinero no es la riqueza, sino el signo que da acceso a la verdadera riqueza: los bienes y servicios. Decir que falta dinero es como decir que faltan números para medir o contar.No es el dinero en sí lo que es malo, sino el hecho de considerarlo como la verdadera riqueza, en lugar de verlo simplemente como la representación numérica de esa riqueza, el derecho a obtenerla.
Como dice san Pablo en su carta a Timoteo, no es el dinero, sino « el amor al dinero lo que es la raíz de todos los males » (1 Tim 6, 10).La raíz de todos los males está en convertir el dinero en un fin en sí mismo, en lugar de un medio; en hacerlo una realidad en lugar de un símbolo. La Democracia Económica devolvería al dinero su papel de servidor: es una solución maravillosa, que nos llena de esperanza. Es nuestro deber darla a conocer a todos. v
Alain Pilote, editor