La sociedad actual presenta una "temible contradicción": por un lado se tiene cada vez más la conciencia de formar una sola familia humana, compartiendo la responsabilidad del destino del mundo. Fenómenos como la globalización, la simultaneidad de las comunicaciones, la realidad de un mundo económico interdependiente, el hecho de saber que los recursos naturales deben ser protegidos como un patrimonio único de la humanidad, son manifestaciones que refuerzan la conciencia de una sociedad mundial unificada.

Pero, por otro lado, "el ímpetu de las divisiones y los antagonismos parecen aumentar hoy su fuerza. Las viejas divisiones entre naciones e imperios, entre razas y clases, poseen ahora nuevos instrumentos técnicos de destrucción." A lo anterior se añaden los problemas derivados de las falsas expectativas que se generaron, en los últimos 20 años, sobre un supuesto progreso económico que beneficiaría a los países en vías de desarrollo. Tal progreso nunca ha beneficiado a los países pobres. Al contrario, la realidad es que se ha producido más pobreza, más marginación, más analfabetos, más personas privadas de poder político así como de la conveniente disposición a la responsabilidad y a la dignidad moral.

« Nuestra acción debe dirigirse en primer lugar hacia aquellos hombres y naciones que por diversas formas de opresión y por la índole actual de nuestra sociedad son víctimas silenciosas de la injusticia, más aún, privadas de voz ».

Otro sector donde se lesiona gravemente la justicia es el religioso. Los métodos de persecución y atropello son variados; tienen de común que son opresivos porque privan de la libertad religiosa y de la manifestación pública de la fe religiosa o de su transmisión a otras personas, sobre todo a los niños y los jóvenes.

Hay que notar que "Teniendo el Sínodo carácter universal, trata aquellos problemas de justicia que incumben directamente a toda la familia humana, como la concentración de poder, que consiste en el dominio casi total de la economía en manos de unos pocos."

También es violada la justicia cuando se restringen los derechos individuales; son conocidos los casos de tortura y desaparición de personas. Los tiempos que se viven exigen, además, que los medios de comunicación social digan la verdad y no manipulen la opinión de los ciudadanos. [...]

El anuncio del Evangelio y la misión de la Iglesia

Este segundo punto hace una reflexión teológica muy rica sobre la situación actual del mundo y nos invita a considerar el núcleo mismo del mensaje cristiano:

« Según el mensaje cristiano, la actitud del hombre para con los hombres se completa con su misma actitud para con Dios; su respuesta al amor de Dios, que nos salva por Cristo, se manifiesta eficazmente en el amor y en el servicio de los hombres. Pero el amor cristiano al prójimo y la justicia no se pueden separar. Porque el amor implica una exigencia absoluta de justicia, es decir, el reconocimiento de la dignidad y de los derechos del prójimo ».

De allí se deriva que la Iglesia, como comunidad de creyentes, tiene el deber ineludible de predicar el Evangelio y de empeñarse "en la liberación integral del hombre ya, desde ahora, en su existencia terrena". Si esta liberación no se hace realidad y manifiesta su eficacia "muy difícilmente obtendrá credibilidad entre los hombres de nuestro tiempo."

La práctica de la justicia

Lo primero que se plantea es que la práctica de la justicia debe comenzar a ser realidad desde el interior de la misma Iglesia porque "cualquiera que pretenda hablar de justicia a los hombres, debe él mismo ser justo a los ojos de los demás." 

Respecto al uso de "los bienes temporales, cualquiera que sea su uso, nunca ha de ser tal que haga ambiguo el testimonio evangélico, que la Iglesia está obligada a ofrecer."

La variedad de modos de presencia y de compromisos de los cristianos en el mundo presenta un panorama amplísimo de acción a favor de la justicia. Para que esta acción produzca los cambios esperados, se precisa una acción educativa de todos, especialmente de las jóvenes generaciones, de solidaridad con los que sufren, de atención a los débiles, de servicio desinteresado, de apoyo a los excluidos y desplazados.

Lamentablemente existen sectores en donde los cristianos reciben y fomentan una educación de corte individualista o con una mentalidad que exalta la posesión y el dominio de unos sobre otros.

Justicia y exigencias cristianas

El Papa Pablo VI había proclamado en la Carta Apostólica, Octogesimo adveniens lo siguiente: "Incumbe a las comunidades cristianas analizar con objetividad la situación propia de su país, esclarecerla mediante la luz de la palabra inalterable del Evangelio, deducir principios de reflexión, normas de juicio y directrices de acción (…) La comunidad cristiana discierne las opciones y los compromisos que deben hacerse y asumirse para realizar las transformaciones sociales, políticas y económicas necesarias"

Conscientes de las anteriores orientaciones y como aplicación a nuestra realidad de las directrices del Sínodo de 1971 sobre "La justicia en el mundo" ponemos a su consideración una pequeña reflexión:

Situación de la justicia en el mundo

Vivimos en una sociedad hipersensible al tema de las libertades, de los derechos humanos y la tolerancia pero ciega y embotada ante la injusticia y la miseria espiritual de millones de hermanos. Hemos conseguido (creemos) erradicar de nuestras sociedades cualquier indicio de intolerancia, de racismo, de totalitarismo. Pero la persecución a la Iglesia y la injusticia son una losa que contradice nuestros principios e ideales.

Carta Encíclica "Evangelium Vitae" de S.S. Juan Pablo II 

¡Una conjura contra la vida que ve implicada incluso a Instituciones Internacionales se ha lanzado en el mundo! (Evangelium Vitae, 17). ¡Se ha declarado una guerra de los poderosos contra los débiles! (Evangelium Vitae, 12).

Muy pocos comprenderán y considerarán con urgencia la Encíclica de San Juan Pablo II, "Evangelio de la Vida" a no ser que se den cuenta cuán lejos los conspiradores han avanzado en su plan de globalización en contra del mundo.

Este plan en contra de la vida es ahora global y no sólo es económico, sino ideológico. Las Naciones Unidas con su política internacional están obligando a los gobiernos a implementar la "ideología de género", que como dice el Papa Francisco es una "Colonización Ideológica". También en España Mons. Munilla manifiesta que esta "ideología" no es sino "una metástasis del marxismo, asumida ahora por la cultura secularizada".

Además su maquinaria para matar niños a través del aborto; a los inválidos, enfermos, ancianos o no deseados de la sociedad, a través de la eutanasia y su control de la población global está muy bien establecida en cada nación a través del mundo. Y todo esto es ya, una norma aceptada en todos los estratos de nuestra sociedad.

Podemos ahora concluir que para el cristiano no es opcional la proyección de su fe, si no que es natural esa irradiación de la misma hacia todos los ámbitos de conducta personal y social, para así ser luz, en medio de tanta confusión y obscuridad. Que a través la Gracia de Dios y de nuestro testimonio de vida coherente con la fe que profesamos, podamos obtener el cambio de las estructuras de pecado, como las llamaba San Juan Pablo II.