Nuestro  tiempo  requiere  una  intensa  actividad  educativa  y  un  compromiso correspondiente  por  parte  de  todos,  para  que  la  búsqueda  de  la  verdad,  que  no  se  puede reducir a un conjunto  de  opiniones  o  a  alguna  de ellas, sea  promovida en  todos  los  ámbitos y prevalezca  por  encima  de  cualquier  intento  de  relativizar  sus  exigencias  o  de  ofenderla. Es  una cuestión  que  afecta particularmente  al  mundo de la  comunicación  pública y al de la economía.  En  ellos,  el  uso  sin  escrúpulos  del  dinero  plantea  interrogantes  cada  vez  más urgentes,  que  remiten  necesariamente  a  una  exigencia  de transparencia  y  de honestidad  en la actuación personal y social. Compendio de la DSI, no. 198

Vivimos en una sociedad hipersensible al tema de las libertades, de los derechos humanos y la tolerancia…, pero ciega y embotada ante la injusticia social y la pobreza. Hemos conseguido (creemos) erradicar de nuestras sociedades cualquier indicio de intolerancia, de racismo, de totalitarismo. Pero la pobreza, el hambre, la injusticia y la desigualdad son una losa que contradice nuestros principios e ideales.

La aceptación por parte de la sociedad de hambres que provocan la muerte sin esforzarse por remediarlas es una escandalosa injusticia y una falta grave. Los traficantes cuyas prácticas usureras y mercantiles provocan el hambre y la muerte de sus hermanos, cometen indirectamente un homicidio. Éste les es imputable (cf. Am 8,4-10) Ref. Catecismo de la Iglesia Católica 2269.

Conspiración Global

« Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal esparcidos por los aires. Ef. 6:12 »

¡Una conjura contra la vida que ve implicada incluso a Instituciones Internacionales se ha lanzado en el mundo! (Evangelium Vitae, 17). ¡Se ha declarado una guerra de los poderosos contra los débiles! (Evangelium Vitae, 12)

Muy pocos entenderán y considerarán con urgencia la Encíclica de San Juan Pablo II, Evangelium Vitae, a no ser que se den cuenta cuán lejos los conspiradores han avanzado en su plan de un gobierno global en contra del mundo.

Conspiración en Contra de la Vida

El gran Teólogo y Filósofo, Mons. Michel Schooyan, nos da una descripción concreta de esta conspiración.

Es una guerra de las naciones ricas (conocidas políticamente como los países del G-7) en contra de los países pobres del Tercer Mundo (los G-77). Los últimos constituyen el 80% de la población mundial, por lo tanto amenazan la seguridad de las naciones ricas para el control global.

La época de mayor riqueza de la humanidad es también la época de mayor desigualdad en la distribución de recursos, bienes y oportunidades de desarrollo humano. A la "democracia política" que avanza por doquier no siempre le ha seguido una "democracia social y económica" y la situación se agrava cada vez más.

Esta realidad lleva a muchos hombres y mujeres, desde muy temprana edad, a vivir sin esperanza. Ya lo decía el Papa Benedicto XV: "es en el campo económico que la salvación de las almas está en juego."

Desafortunadamente, y sin que eso nos escandalice, debemos reconocer que existen desigualdades e injusticias no solo en la sociedad, sino en las mismas comunidades católicas. Ha llegado a ocurrir que, en ocasiones, se anuncian causales "científicos", "eruditos" para el problema de la pobreza, distanciándonos enormemente de la verdad. 

Se anuncia una buena nueva para la intimidad personal, para el interior de cada uno, sin ninguna exigencia de solidaridad con las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia y de compromiso con nuestros hermanos, sobre todo con los más pobres.

El documento de Puebla (n.558) expresa: "Esta instrumentalización que es siempre un riesgo en la vida política, puede provenir de los propios cristianos y aun de sacerdotes y religiosos, cuando anuncian un Evangelio sin incidencias económicas, sociales, culturales y políticas. En la práctica, esta mutilación equivale a cierta colusión —aunque inconsciente— con el orden establecido." 

Podemos ahora concluir que para el cristiano no es opcional la proyección social de su fe, si no que es natural esa irradiación de la misma hacia todos los ámbitos de conducta personal y social: el trabajo, la familia, la política, la vida económica, la cultura, los derechos humanos, la sociedad civil, la comunidad internacional.

El hambre en el mundo

En el desafío que pobreza, hambre y marginalización lanzan a la economía, aparece la dramática situación de nuestro Milenio. En el 2015, la FAO anuncia que el hambre en el mundo ha alcanzado un récord histórico, con 795 millones de personas que pasan hambre a diario. Esto no es consecuencia de las malas cosechas; esto está causado por la crisis económica mundial, que ha provocado a su vez una disminución de los ingresos y un incremento del desempleo. De este modo se reduce el acceso de los pobres a los alimentos.

Ya en el 2009 el Director General de la FAO, Jacques Diouf aseguró que: "Una mezcla explosiva de desaceleración económica mundial y precios de los alimentos que se empeñan en permanecer altos en muchos países, ha empujado a unos 100 millones de personas más al hambre y la pobreza." "Esta crisis silenciosa del hambre -que afecta a uno de cada seis seres humanos- supone un serio riesgo para la paz y la seguridad mundiales. Necesitamos crear con urgencia un amplio consenso para la erradicación rápida y completa del hambre en el mundo y para dar los pasos necesarios", añadió.

Abandonemos la mentalidad de ser cristianos tibios, sin percibir nuestra relación con las situaciones de la vida corriente, con la urgencia de atender a las necesidades de los demás y de esforzarse por remediar las injusticias.

Jesús nos dice: « Buscad primero el Reino de Dios y su Justicia y lo demás se os dará por añadidura » Mt 6 33. Pero ¿cómo encontraremos este reino de amor, de justicia y de paz?

No hay un solo día de un hombre auténticamente cristiano donde no aletee la preocupación por el prójimo. Gaudium et spes, no. 43. ¿Verdad que comprendes muy bien las impaciencias, las angustias y los deseos inquietos de quienes no se resignan ante la injusticia personal y social que puede crear el corazón humano? Los bienes de la tierra, repartidos entre unos pocos; millones de hermanos que mueren de hambre, material y espiritual. 

Un hombre o una sociedad que no reaccione ante semejantes tribulaciones e injusticias, y que no se esfuerce por aliviarlas, no son un hombre o una sociedad a la medida del amor de Cristo.

Es por esto que se plantea la urgente necesidad de una formación integral, que incluya a la Doctrina Social de la Iglesia, para dar respuestas coherentes frente a las distintas necesidades y realidades sociales. El verdadero cristiano necesariamente ha de dar una respuesta personal y comunitaria a la realidad social a la que se enfrenta.