Sellos con motivo del 50 Aniversario de la Ordenaciòn Sacerdotal del Papa Diocesis de Malaga

Jorge Mario Bergoglio nació en Buenos  Aires, Argentina, el 17 de diciembre de 1936. Hijo de inmigrantes italianos, creció en un ambiente sencillo, de trabajo y fe. Antes de ser sacerdote, estudió química, pero su vocación de servicio, lo llevó a entrar a la Compañía de Jesús. 

Fue ordenado sacerdote en 1969 y, con el tiempo, se convirtió en arzobispo de Buenos Aires. Allí, muchos lo conocían por su cercanía con los pobres, su vida austera y su manera directa de hablar con la gente común, sin rodeos ni protocolos.

El 13 de marzo de 2013, el mundo conoció a este hombre cuando apareció en el balcón de la Basílica de San Pedro con un simple "Buona sera". Era el nuevo Papa. El primer latinoamericano, el primer jesuita y también el primero en tomar el nombre de Francisco.

Desde ese momento, algo cambió en el corazón de la Iglesia y también en el corazón de muchos que habían dejado de mirar hacia ella.

Hoy, después de su fallecimiento el 21 de abril 2025, lo recordamos con profunda gratitud.

Porque no fue solo un Papa : fue un padre, un amigo, un pastor que supo hablarle a creyentes y no creyentes, que tocó vidas con su ternura y también su valentía.

Durante mucho tiempo, el Vaticano se sintió lejano, como un lugar de reglas y ritos que pocos entendían. Pero Francisco rompió esa barrera. Nos hizo sentir que la Iglesia podía ser una casa, un lugar de puertas abiertas. Que todos tenían un lugar, incluso los heridos, los confundidos, los que se alejaron, los arrepentidos, los de una nueva conversión. Una iglesia cercana, atrayente y qué da la bienvenida a todos.

Reformó la estructura del gobierno de la Iglesia con un documento llamado "Praedicate Evangelium", para que dejara de girar tanto en torno al poder y empezara a centrarse más en la misión. Quería una Iglesia más sencilla, más libre, más parecida a Jesús. 

No quiso quedarse solo en las palabras, sino que enfrentó con firmeza los abusos sexuales cometidos dentro de la Iglesia. Con su carta apostólica en forma Motu Proprio (por propia  iniciativa) "Vos Estis Lux Mundi" "Vosotros Sois la Luz del Mundo", dejó claro que ya no habría más impunidad. Escuchó a las víctimas, pidió perdón y trabajó para que nunca más se repitiera el dolor. Fue valiente. Sabía que muchos se resistirían, pero nunca dio marcha atrás.

Desde el primer día, Francisco dejó claro que no quería una Iglesia encerrada en sí misma. Su frase "una Iglesia pobre para los pobres" no fue un eslogan : fue su forma de vivir.Siempre acompañando y caminando a lado de quienes sufren.

En su primera salida como Papa, fue a Lampedusa, una isla italiana donde miles demigrantes llegan cada año con la esperanza de una vida mejor. Allí lloró con ellos, rezó por los que murieron en el mar y nos dijo a todos que no podemos ser indiferentes frente al sufrimiento.

Muchas veces criticó las injusticias del sistema económico que pone el dinero por encima  de las personas. "Este sistema mata", decía sin miedo. Sus palabras incomodaron a más de uno, pero despertaron la conciencia de muchos otros.

Francisco también fue un defensor incansable del planeta. En "Laudato Si", su carta sobre el cuidado del medio ambiente nos invitó a mirar la Tierra no como un recurso para explotar, sino como una casa para cuidar entre todos. Habló de ecología, sí, pero también de justicia. Porque son los más pobres los que más sufren las consecuencias del cambio climático. Nos pidió pequeños gestos, cambios reales en nuestra vida diaria. Nos recordó que todo está conectado : la naturaleza, las personas, el futuro.

En un mundo dividido, lleno de miedo y desconfianza, Francisco fue un sembrador de puentes. Se reunió con líderes de otras religiones, firmó en Abu Dabi un documento histórico sobre la fraternidad humana, y repitió muchas veces que no podemos usar la religión para justificar la violencia.

Promovió el respeto, el diálogo, el entendimiento. Quiso que nos viéramos como hermanos, no como enemigos. Para él, lo importante no era tener razón, sino construir paz.

Francisco no quiso una Iglesia que solo hable desde arriba, quiso una Iglesia que escuche. Es por eso por lo que inició el camino sinodal, un proceso largo y profundo donde todos —laicos, mujeres, jóvenes, personas alejadas de la fe— podían decir lo que piensan, lo que sueñan, lo que necesitan.

Sabía que no siempre es fácil escuchar, pero insistía : "Escuchar es más que oír. Es dejarse tocar por el otro". Gracias a este camino, muchos sintieron que su voz, por primera vez, importaba.

Francisco nos recordó una y otra vez que Dios no se cansa de perdonar, que la Iglesia no es un tribunal, sino un lugar de consuelo. 

En su exhortación apostólica "Amoris Laetitia", "La alegría del amor", habló de las familias con sus luces y sombras. No vino a juzgar, sino a acompañar. Dio pasos valientes hacia una mayor inclusión. Habló de la necesidad de acoger a las personas, cualquiera que sea su forma de vida, sus creencias y sus inclinaciones, nos invitó a acompañar a todos por igual, de no cerrar puertas donde Dios quiere entrar. Su frase "¿Quién soy yo para juzgar ?" quedó grabada en la historia como una  señal de apertura y humanidad. 

Francisco no fue un Papa perfecto, y él mismo lo decía. Pero fue un hombre honesto,humilde y lleno de fe. Caminó con los pies en la tierra y el corazón en el cielo. Nos habló con el lenguaje del amor, no del miedo. Nos recordó que la esperanza no es ingenua, sino valiente.

Vamos a extrañar su sonrisa cálida, su modo de mirar directo a los ojos, sus homilías simples pero profundas. Extrañaremos su forma de hacernos sentir parte de algo más grande, su pasión por la justicia, su manera de abrazar el mundo sin distinciones.

El Papa Francisco nos deja un legado inmenso. Su voz sigue viva en los jóvenes que se animan a transformar el mundo, en los migrantes que encuentran acogida, en las comunidades que trabajan por el medio ambiente, en las parroquias que se abren a todos sin preguntar.

Fue un líder que eligió estar siempre del lado de los sencillos. Un hombre que no se quedó en los discursos, sino que vivió lo que predicaba. Hoy lo despedimos con lágrimas y gratitud, pero también con la certeza de que su paso por el mundo dejó una huella que seguirá iluminando el camino.