Desde muy pequeña estuve expuesta a episodios fuertes de miedo y desconcierto. Mi papá tuvo un accidente de transito muy grave cuando yo tenía aproximadamente unos cinco años de edad, es por esto que mis hermanos y yo pasamos mucho tiempo al cuidado de mis abuelos, no vi a mis papas por mucho tiempo, ellos se encontraban lejos y ocupados en muchos asuntos médicos.  

No podía saltarme está parte de mi historia, pues es importante estar al tanto de que el demonio se sirve de cada acontecimiento como una oportunidad para sembrar en los humanos una mentira, algo que de alguna manera nos logre apartar de Dios. La verdad  puede ser muchas veces distorsionada en la mente de los niños cuando estos no logran comprender enteramente lo que está sucediendo en sus vidas. Se puede llegar a pensar muchas cosas, como por ejemplo que mamá y papá no regresaran nunca más a casa. Si el niño relaciona a sus papas de la tierra con el padre Dios, entonces el niño podrá inconscientemente sentir que en algún momento de la vida, Dios también lo puede abandonar. 

No digo que ésta sea específicamente la razón por la cual yo me enferme con anorexia nerviosa, pero ésta puede ser la suma de muchos factores que dan como resultado un trastorno alimenticio. 

Todo comenzó cuando yo tenía apenas once años de edad. Mucha gente dudaba de mi enfermedad pues era difícil creer que una niña de tan poca edad lo padeciera. En este momento yo cursaba el sexto grado del colegio, tenía amigas, una familia, en fin tenía todo lo que se puede necesitar para llevar una vida tranquila, sin embargo algo estaba mal, siempre estaba triste y me preguntaba si es que yo algún día podría llegar a ser feliz como todas aquellas personas que me rodeaban.

Llego a tal punto mi depresión, mi falta de apetito, que ahora no solo me encontraba triste, mi peso se encontraba en una continua declinación y mi mente en un constante agotamiento debido a tantos pensamientos negativos y más que nada cansada por una auto-imagen tan mala de mi misma. 

Mi mamá estaba tan preocupada por mi que decidió sacarme del colegio y poner a mi disposición todo tipo de ayuda tanto psicológica como médica, sin conseguir mayores resultados. Mi caso era tan particular a causa de mi corta edad, que los médicos dudaban del diagnóstico y muchos no sabían como tratarme y solo lograban incrementar el problema. 

Cuando la ayuda en el país se veía agotada, mi familia cansada y desesperada por mi estado, decidió buscar ayuda en el exterior, en algún lugar especializado en estos casos, lo que fue difícil ya que no todos los institutos sabían como lidiar con una niña tan pequeña con anorexia. 

Cuando mis papas dieron con el lugar preciso para mi trastorno, una tía de mi mamá llegó a saber de una persona que tenía una relación cercana con el Señor y tenía por gracia de Él, Su don de sanación. Yo no sabía a donde me llevaban, o tal vez no me importaba, pero resulta que fuimos al encuentro de está persona que amorosamente oró mucho por mi, me preguntó si es que yo tenía fe, misteriosamente le conteste que sí, y es así como Él señor se apiadó de mi, me sanó el corazón y me volvió a la vida. 

No se en que momento yo deje de hablar con Él, de buscarle, de quererle y de apartarle de mi vida, solo se que cuando mi corazón olvidó, o le restó importancia al Señor, fue precisamente ahí que mi alma se comenzó a enfermar, pues la vida sin Dios no es vida, porque Él es la vida y solo en Él podemos encontrar la verdadera felicidad que se cimienta en Él, en la dicha de su amor. Una vez con mucho rencor recuerdo haberle preguntado al Señor lo siguiente: ¿Por qué me abandonaste? Y sé que en mi corazón Él me contesto: "Yo no te abandone a ti, Tú me abandonaste a mi". En ese momento no me importó, como estaba tan mal físicamente, no se me ocurrió pensar que era verdaderamente Él, pero tiempo más tarde comprendí que fue así. Que fui yo quien dejo a Jesús. Él nunca me dejo a mi. Hasta el día de hoy me maravillo al darme cuenta cuanto tiempo a pasado, y con un nudo en la garganta entiendo que nadie más que Dios me puede haber liberado de tan fuertes cadenas, de la esclavitud, de la obsesión, del miedo, de la tristeza y de la muerte. 

La anorexia hoy en día es una epidemia, un trastorno del alma que se ve reflejado incluso en el cuerpo, es el rechazo a Dios y a su propuesta de vida, es el resultado atroz de una sociedad que solo se preocupa del "look" exterior y abandona el bienestar de su alma, se preocupa más por satisfacer a la humanidad misma que por agradar a Dios. 

La anorexia nerviosa es una enfermedad que va carcomiendo el corazón de la persona que lo sufre, es el triunfo del demonio sobre un alma que le pertenece a Dios pero que él se la quiere quitar, porque al no poderle hacer dañó directamente a Dios, sabe que le puede herir al arrebatarle a uno de sus hijos. 

Se cree que la anorexia es solo aquel deseo desenfrenado de ser delgada y permanecer delgada eternamente, sí en cierto sentido lo es, pues el mundo de hoy asocia la delgadez con la "felicidad", es la "formula perfecta" para sentirse bonita, cotizada y hasta en cierto sentido querida. Todos los medios de comunicación nos bombardean constantemente con la delgadez, con las dietas de los artistas de cine, con las modelos famosas de pasarela, con la ropa exhibida en maniquíes extremadamente delgados, etc. Las mujeres se pasan el día entero en el gimnasio o contando calorías, los hombres criticando a aquellas mujeres que han ganado un poco de peso y en fin el mundo entero perdiendo el tiempo y la vida en cosas que así como la moda, pasaran, pues no son eternas y no están cimentadas en el amor de Dios, sino en la vanidad extrema que solo quiere seguir alimentando ese orgullo insaciable de ser envidiados por los demás.

Recuerdo haber escuchado alguna vez a alguien decir: "el amor no se mendiga, el amor se merece". Pero eso es lo que hacemos ahora, nuestros corazones están tan vacíos que nos dedicamos a mendigar amor, pero no un amor verdadero, sino un amor falso, disfrazado de tantas mentiras, de tantas apariencias y de tantos intereses, pues si buscáramos el amor verdadero, no dudaríamos ni un segundo en buscar a Dios, pues Él es el mismo amor. Y ahora cuando veo a tantas chicas enfermas, me duele tanto el ver como destruyen su vida y me pongo a pensar en aquella impotencia que mi mamá debió haber sentido al ver que su hijita se le iba lentamente de las manos, que su hijita tan pequeña ya no quería vivir, no encontraba razón alguna para hacerlo. 

Conocí la malicia del demonio, conocí un poco del inmenso amor que Dios me tiene a mi y a la humanidad entera, conocí a ese Dios tan hermoso que solo quería salvarme de mí misma, de mis miedos, inseguridades, vanidades, orgullos, en fin de aquella ceguera que no me permitía reconocer que la respuesta a mi vida era, es y será por siempre, Dios. 

Luego de que Jesús me sanara, por su gracia yo viví muchas experiencias llenas de su presencia y de su amor, regalos que aunque yo no merezca Él me los quería dar. Al Señor nadie le gana en generosidad y solo basta que le busquemos para que El nos encuentre. 

Después de tantos años ya, miro atrás y veo la misericordia de Dios en cada uno de los acontecimientos de mi vida, incluso en las experiencias más dolorosas, incluso en la anorexia, pues se que Él señor me dejó vivir eso, para que yo luego me dedicara a contar mi historia, a ser un instrumento muy pequeño, pero muy dispuesto a servirle a Él por medio de sus almas tan necesitadas.

El señor Jesús nos vino a liberar del pecado, El derramo cada gota de sangre por cada uno de sus hijos, eso es lo que valemos, no lo que el mundo nos dice que valemos, sino lo que valemos para Él. No pensemos en lo grandes que queremos ser para el mundo, solo para satisfacernos a nosotros mismos en el orgullo de la fama y el reconocimiento, pensemos en lo importantes que somos para Él mismo Dios, que se hizo hombre para darnos la oportunidad de ganarnos el cielo. 

El dolor que un alma puede llegar a sentir no tiene límites, solo Dios sabe lo que aguantamos. Él no quiere que suframos, sin embargo permite el dolor muchas veces, para que por medio de el, reconozcamos que no somos nada sin Dios, que sintamos la necesidad de acercarnos a Él y permanecer por siempre a su lado, bajo su protección y amor.  

La anorexia es una enfermedad que permanece latente en la persona que ya la ha vivido una vez, es por esto que es necesario tener cuidado, no coquetear con ella y más que nada estar en constante gracia, en oración y lucha. Quiero que en mi vida, el Señor no haya dado hasta su última gota de sangre en vano, que yo le agradezca siempre con todo mi corazón, con toda mi alma, mi cuerpo y mi espíritu. ¿Por qué no puedo yo vivir mi vida para Él?