Como las gracias de Dios son para los humildes.

MARÍA. Hijo mío, quiero manifestarte un secreto para que alcances de Dios grandes beneficios ; y es : el de que te juzgues siempre indigno de ellos.

Dios da sus Gracias a los humildes (St. 4, 6). En un corazón lleno de sí mismo no encuentra Dios lugar para colocar sus favores.

Siervo. ¡O Reina de los Santos Vos nos disteis sobre este punto ejemplos que nos deben servir de un gran fondo de instrucción !

No es necesario sino considerar el modo con que os portasteis en la visita que os hizo el Ángel de parte del Señor, para ver los sentimientos humildad que teníais de Vos misma.

El Ángel os anunció que estabais para ser Madre de Dios, y Vos no podíais comprender como Dios se había dignado fijar su elección sobre Vos para una dignidad a eminente.

La idea de una elevación tan superior a la naturaleza, os hacía en alguna manera sospechosa la visita de este Ángel.

Y en el instante mismo en que el Ser Supremo vino a encerrarse en vuestro seno, no pensasteis sino en abismaros dentro de vuestra nada.

De tantos títulos inseparables de la dignidad con que estabais honrada, retuvisteis únicamente la cualidad de Esclava del Señor.

¡Oh nueva Eva ¡Cuán diferente habéis sido de la primera. Su orgullo la hizo perder sus privilegios, y vuestra humildad ha sido la causa de los vuestros.

El TodoPoderoso, para obrar en vos grandes maravillas, tuvo en consideración no las ventajas naturales o el esplendor del nacimiento, sino los sentimientos de humildad que teníais de vuestra bajeza

Era natural, que un Dios que debía humillarse hasta el exceso haciéndose hombre, tuviese infinitas complacencias en la humildad.

Convenía que eligiese por Madre aquella que, por su profunda humildad, merecía mejor que otra alguna la mas alta de todas las dignidades.

Fuisteis agradable a Dios por vuestra virginidad, y le concebisteis por vuestra humildad.

MARÍA. Hijo, mío, a los ojos de Dios, aún mas que a los de los hombres, el que tiene más mérito es aquel que cree no tener ninguno, aunque tenga muchos.

¿Qué es lo que Dios mira con complacencia en el cielo y en la tierra ? Las almas humildes. (Salmo 112, 5)

¿Sobre quién pondré yo los ojos, dice el mismo Dios, sino sobre el pobre, sobre aquel que es humilde de corazón ? (Isaías 66)

Dios se aparta de los que se elevan, y se acerca a los que se abaten. El orgullo es la causa de que tantos Cristianos se hallen desnudos de los bienes de la gracia.

Si procurasen conocerse a sí mismos, este conocimiento produciría en ellos la humildad, y ésta remediaría su indigencia por las gracias que les atraería.

Procura, hijo mío, estar vacío, de ti mismo, y Dios te llenará de sus dones : hazte rico, confesando, que de tu propio fondo no eres sino miseria.

Si eres humilde, Dios se servirá de ti para su gloria ; porque el cuidado de ésta la confía a los que no quieren, ni usurparla ni dividirla con él.

Cuando recibes de Dios algún favor, piensa con humildad y reconocimiento, que es necesario que Dios sea un gran Señor, pues que así gratifica al menor de sus siervos.

No te atribuyas nada, ni de los bienes que posees, ni del bien que haces.

Aun cuando correspondas a la gracia con cuanta fidelidad es posible, acuérdate de que no eres fiel, sino con el socorro de la misma gracia, y que Dios, recompensando tu fidelidad, corona sus propios dones.

Procura tener siempre presentes estas tres cosas : Dios es todas las cosas, y yo no soy nada : Dios lo posee todo, y yo no soy sino miseria y corrupción : Dios lo puede todo, y yo no puedo nada sin su auxilio.

Entonces, aunque no seas nada, ni poseas nada, ni puedas nada por ti mismo, serás, no obstante, alguna cosa a los ojos de Dios, y se complacerá en concederte sus favores, y en sacarte victorioso de tus enemigos.

Cómo la verdadera gloria se halla principalmente en la humildad cristiana.

Los términos en que el Ángel se explicó cuando habló a María, no se conformaban de ninguna manera en el espíritu de esta Virgen con las ideas que tenia de sí misma.

Su alma fue penetrada de un santo temor, y llegó a sospechar, si acaso lo que pasaba delante de su vista sería una ilusión de los sentidos, o algún lazo que la preparaba el espíritu tentador.

El Ángel le decía : que era bendita entre todas las mujeres : y María que se juzgaba la última de todas, no podía comprender cómo se hacía de ella un elogio semejante.

Este Ángel la anunciaba también que de tal modo había hallado gracia delante del Señor, que si prestaba su consentimiento, llegaría a ser su Madre.

Y en vista de un grado de elevación como el que se la prepara, María se humilla, se cree ser bastante dichosa con tener la cualidad de su sierva.

¡Oh vosotros los que no respiráis ni deseáis otra cosa que la gloria, María os enseña en dónde la hallaréis ¡

La gloria sólida y verdadera consiste en hacerse pequeño. Así lo juzga, el mismo Dios y escrito está : Aquel que es el más pequeño entre vosotros, es el más grande (Luc 9, 48).

Esta grandeza es no solamente sólida, sino segura. Ninguno os la disputará, ni os la intentara robar.

Haciéndoos el más pequeño, llegaréis a ser el más grande, porque luego que lleguéis a estar convencido de que por vos mismo nada sois, ni nada podéis, este mismo convencimiento, humillándoos, os elevará a, Dios, a quien reconoceréis por Autor Soberano de todo bien.

Entonces podréis contar sobre el poder de Dios con una confianza tanto más firme, cuanto este Señor se complace en fortalecer a los flacos.

La humildad por otra parte os librara de las bajezas, a que nos reducen la ambición y el orgullo. ¿Puede haber alma más vil que la de un hombre dominado por la pasión de engrandecerse, y que quiere absolutamente ser aplaudido ?

Esta misma humildad os hará independiente del respeto humano, y de las vanas ideas de los hombres, a quienes diréis con el Apóstol : poco me importa que vosotros me juzguéis. Yo no tengo rigurosamente sino un Juez, y este Juez es Dios (1 Cor 4, 3).

Os hará mirar con indiferencia los honores, de este mundo, porque en medio de su esplendor descubriréis la ilusión y la vanidad.

Os excitará, no a igualaros con el próximo, sino a honrarle, y a mirarle sin envidia superior a vosotros, o por su graduación, o por la estimación que se le tributa.

La humildad parece que tiene alguna cosa de bajo para aquel que juzga de todo por los sentidos, y no se mueve sino por los bienes sensibles ; pero sin embargo es una de las virtudes más propias para formar corazones nobles y grandes.

Entre todas las virtudes, la humildad es la que denota más solidez en el entendimiento y mas firmeza en el alma.

Pero sobre todo os dará la humildad los mas bellos rasgos de semejanza con Jesús, Hombre Dios, principio de la verdadera grandeza y de la verdadera gloria.

Jamás el hombre es más grande ni más glorioso que cuando se propone imitar este divino modelo, y nunca estamos más cerca de él que cuando somos humildes, y que siendo abatidos, amamos la humillación.

Jesús era humilde y amaba la humillación, porque sabía cuanto glorificaba en esto a su Padre.

En efecto en el tiempo de sus humillaciones fue cuando el Padre celestial declaró, que Jesús era el objeto de sus complacencias, y cuando cantaron los Ángeles : Gloria a Dios en lo más alto de los Cielos.

Si eres humilde como Jesús, Dios será glorificado. ¿Y qué cosa puede haber mas gloriosa que procurar la gloria de Dios ?

¡Oh Reina del Cielo en quien se verificó de un modo admirable aquella profecía : Cualquiera, que se humille, será ensalzado (Luc 18, 14) y que habéis sido tanto más exaltada, cuanto habéis sido más humilde, alcanzadme la gracia que necesito para destruir este fondo de orgullo que domina en mí.

¡Ay de mí ! yo no he sido hasta este día humilde, sino en la apariencia, y no he contrahecho esta humildad sino para ganar la estimación del mundo, que aún siendo tan perverso como es, desprecia a los soberbios.

Alcanzadme una humildad sincera que, manteniéndome en el convencimiento de mi flaqueza, me haga, a imitación vuestra, dirigirlo todo a Dios ; esperarlo todo de Dios ; depender de Dios en todo, y hacerme de este modo digno de la estimación de Dios mismo, que es la causa única de la grandeza y del honor.

Como un alma humilde procura ocultar a los ojos de los hombres lo que es en la presencia de Dios.

El Ángel que el Señor envió a María, le dio los más grandes elogios, y la anunció que llegaría a ser la Madre del Hijo de Dios ; pero ninguno llegó a saber de la boca de María lo que este Ángel le había dicho.

No se la vio de ninguna manera querer distinguirse ni obrar en lo exterior como Madre del Mesías ; se condujo en todo como si hubiese sido una mujer común.

Aunque fue grande el cariño que tuvo a su esposo José y por frecuentes que fueron las conferencias que tenían entre los dos, jamás le habló ni una sola palabra de lo que le había anunciado el Ángel.

Cuando fue después a visitar a su prima, Santa Isabel, la halló ya instruída en el Misterio ; pero María no se aprovechó de esta ocasión favorable para informarle más.

Dejaba únicamente a Dios el cuidado de manifestar, cuando lo juzgara más a propósito, los secretos que la eran tan gloriosos.

Toda la aplicación de su espíritu consistía en mantenerse constantemente en la humildad.

Así es como se debe ocultar a los ojos de los hombres, lo que uno es en la presencia de Dios, y los beneficios que se reciben de su liberalidad.

Una virtud oculta esta siempre segura, y solo a Dios toca el manifestarla.

Cuando se saca al público este tesoro, esta expuesto a perderse. Los colores más finos suelen perder su viveza incluso cuando les da el aire.

Marta dijo a su hermana : El Maestro está aquí y te llama (Jn 11, 28) ; pero se lo dijo en voz baja.

Los hombres ciegos y sensuales (1 Co 2, 14) no estiman o no conciben cuan superior es a los sentidos todo lo que es del Espíritu de Dios. Hablarles de esto, es exponer a sus burlas las cosas más santas. 

El espíritu de Dios se comunica en secreto, y quiere que todo sea reservado entre Él y el alma favorecida.

Un hombre solo escogido entre mil (Ecl 7, 28) puede, y aun debe conocer vuestras riquezas espirituales para que os enseñe el medio de aprovecharos de ellas ; este es el que en este mundo hace las veces de Dios para conduciros por los caminos de la salvación y de la perfección.

Por lo que toca a los demás hombres, habéis de procurar ser delante de ellos en lo exterior lo que son los hombres de bien y de virtud ; sed humilde, modesto, afable, de un humor siempre igual ; pero que el interior les sea siempre oculto.

El que os tengan por un hombre poco versado en la espiritualidad, y distinto del que sois, es una dicha que pone a cubierto las gracias que Dios os hace.

Dios quiere que se camine con fervor por sus caminos ; pero es un gran beneficio el caminar por ellos sin que nadie lo entienda.

Algunas almas se han perdido después de haber recibido de Dios favores muy singulares, por haber hecho demasiada conversación sobre ellos, haber tenido una vana complacencia, y haberlos hecho conocer a quien no debía saberlos.

Si hubieran tenido la disposición interior de la Santa Virgen, el espíritu de humildad que lleva siempre consigo la Luz Divina, les hubiera dado una sabia desconfianza, y les hubiera descubierto las astucias del espíritu del orgullo.

Es necesario tener mucha precaución para no dejarse engañar en la vida espiritual ; pero sobre todo en los caminos extraordinarios

Un licor exquisito y celestial puede llegara convertirse en veneno por falta de precaución.

Siempre se ha notado que un alma verdaderamente interior sufre mucho y tiene necesidad de toda su resignación en la Voluntad de Dios, cuando permite que se haga pública alguna de las particulares gracias con que la favorece.