Voy a compartir con ustedes un texto editado para esta sección, de Ma. Virginia Olivera de Gristelli.

Más allá de una superflua mirada a la encíclica de Benedicto XVI, Caritas in Veritate, (Caridad en la Verdad) últimamente la asociación de estos dos términos brilla en muchos corazones como fuego ardiente, como respuesta necesaria una y mil veces a circunstancias de nuestra vida en que se nos pide una opción tratándose en realidad de una trampa, porque tal opción no corresponde. Porque no se trata de un divorcio de estos dos términos, sino de un "matrimonio indisoluble". Porque ¿cómo es posible concebir mayor caridad que el procurar un crecimiento en la Verdad? ¿Y cómo pensar en servir a la Verdad despojándola del Amor, si Dios es Amor (Deus caritas est)?

El problema es, sin duda, nuestro corazón dividido, o mejor deberíamos decir, "desparramado" entre múltiples verdades y múltiples amores -así, con minúscula-, porque no se logran ordenar de modo que todos nos conduzcan al Fin para el que todos hemos sido creado, que es Dios.

A continuación un texto de Guigo II – cartujo -, que nos puede guiar en este caminar:

La verdad, como cosa bella, se ha de poner a la vista.

Hay quienes la aborrecen.

No los juzgues; más bien, tenles compasión.

Pero tú, que ansías llegar a la verdad, ¿por qué la rechazas cuando viene a ti en forma de reprensión?

Sin apariencias, sin adornos y aun clavada en una Cruz, hay que adorar a la Verdad.

Cuanto es más noble y poderosa una criatura, con tanto más gusto se somete a la Verdad.

Más aún, tanto será noble y poderosa, en cuanto se someta a esta verdad.

No debemos ansiar sino la verdad y la paz que de ella nace.

Sea la caridad quien te impulse a exponer la verdad, como remedio curativo.

Si alguno rechaza esta verdad y no sientes compasión de él, o no lo amas, o no aprecias suficientemente el valor curativo de la verdad, es como si el enfermo rechazase la medicina que lo sana.

Paz sin fin, como la de los ángeles, es el fruto de la verdad.

Amargura y dolor, como los del demonio, son los dejos de la mentira.