La liberación milagrosa de un prisionero del gulag soviético
Durante años, János languideció en un campo de concentración en lo más profundo de Siberia.
Sin el recuerdo de su querida Ilona Helena, habría perdido toda esperanza hace mucho tiempo. Gracias a ella, mantiene viva una chispa de fe; vuelve a rezar las oraciones de su infancia. Esto le da valor. Su fe en Dios y su confianza en "la gran Dama de los magiares" serán recompensadas de una forma maravillosa. Así fue cómo ocurrió:
Una noche de verano del año 1958, János siente que alguien lo toma del brazo y una voz le dice:
—Levántate, ponte la ropa.
—¿Qué dice usted?
—Levántate —repite la voz—, vístete. Ponte tus zapatos de soldado.
János obedece... Nadie se despierta en la barraca.
—Ven —dice la voz, y siente que lo guían por el brazo. La puerta se abre con un chirrido; una centinela está a diez pasos, con su metralleta al hombro. No ve nada, no oye nada... János y su misterioso guía corren hacia la puerta del campo. Los reflectores iluminan el lugar. János está en plena luz y, por instinto, se detiene. Pero su guía le dice con voz tranquila:
—Ven, no tengas miedo.
Es entonces cuando, por primera vez, János ve a quien lo guía a salir del campo: es una gran Señora, vestida con un manto azul oscuro, con un rostro de una belleza y blancura extraordinarias.
De repente, los reflectores se apagan y los dos guardias que custodian la entrada del campo no ven nada. La Señora abre la gran puerta con mucha facilidad. János cree morir de miedo.
—Ven rápido —le dice la Señora...
Ella cierra la puerta sin apuro, como si fuera pleno día.
Caminan rápidamente hasta la estación más cercana. Dos veces cruzan una patrulla, que no percibe nada fuera de lo normal.
Al llegar a la estación, la Señora dice:
—En dos minutos llegará un tren de carga que lleva, entre los vagones, un compartimiento para pasajeros. Súbete ahí. No necesitas boleto ni documentos de identidad.
Luego le entrega un paquete y le dice:
—Lo necesitarás durante el viaje.
Y añade:
—En Budapest, todo saldrá bien también.
El tren llega. Mientras János lo observa, la Señora desaparece, para su gran pesar, pues habría querido agradecerle y despedirse de ella. El tren se detiene, János sube. Hay pocos pasajeros… están dormidos. Llega un inspector. Se detiene frente a János pero no le pide nada. János se pregunta si está soñando. Todo le parece misterioso. Cada vez que entra un inspector, János cree morir de miedo; pero cada vez, parece que no lo ven...
Poco a poco, János empieza a tranquilizarse.
Abre el paquete que le dio la Señora: pan, queso, carne... Agua hay en el vagón... El viaje dura cuatro días y cuatro noches. Finalmente, la frontera húngara.
Tiene que cambiar de tren. No encuentra ningún problema, ni en el tren, ni en la estación, ni en las calles de Budapest. Nadie parece prestarle atención. Extraño, pues su ropa de prisionero y sus grandes botas con clavos deberían llamar la atención.
El atardecer cae cuando János llega frente a su casa. ¿Estará aún Ilona, su esposa?
Toca el timbre. Una desconocida abre la puerta:
—¿Sigue viviendo aquí la señora Ilona Balogh?
—Sí, pero ahora vive en el desván. Regresará en media hora.
Al ver la extraña vestimenta del desconocido, se atreve a preguntar:
—¿Tiene noticias del señor János Balogh? ¿Sabe que desapareció hace más de doce años? Pero su esposa Ilona todavía espera que algún día regrese. Casi todos los días va a rezar a Máriamakk para pedir por su regreso. Claro que fue también hoy.
János no responde y no se da a conocer. Permanece afuera en la calle.
Después de media hora, Ilona regresa. Él la reconoce de inmediato. Ella, serena y modesta, se dispone a entrar...
—¡Ilona! —grita él.
—¡János! ¡Oh, János! Sabía que volverías...
Al día siguiente, van juntos a Máriamakk para dar gracias a la Virgen, Auxilio de los prisioneros. János nunca había estado allí antes.
Cuando ve la estatua de la Virgen, exclama:
—¡Pero es Ella! Sí, la reconozco, ¡es Ella quien me trajo de vuelta de Siberia!
Para ser completos y mostrar hasta qué punto María se preocupó por su prisionero, añadamos lo siguiente. En los días siguientes, János decide regularizar su situación y se presenta en la comisaría de policía:
—¿Sus documentos?
—No tengo. Vengo de Rusia.
El policía piensa que se trata de un agente ruso que viene a supervisar cómo van las cosas en Hungría. Le redacta sus documentos y hasta —sin que János lo pidiera— le recomienda un empresario que puede darle trabajo. Además, nunca nadie le ha preguntado cómo regresó de Siberia. Sí, en verdad, la Señora le había dicho:
—Todo saldrá bien también en Budapest. v
Extracto de la revista: Mater Nostra, Estrasburgo, Francia, citado por el hermano Albert Plfeger, Recueil marial, 1980.