La teología cristiana explica el pecado de la Avaricia como "amor desordenado de las riquezas", es desordenado, continúa, "porque lícito es amar  y desear las riquezas con fin honesto en el orden de la justicia y de la caridad, como por ejemplo, si se las desea para cooperar más eficazmente con la gloria de Dios, para socorrer al prójimo, etc. El crimen de la Avaricia no lo constituyen las riquezas o su posesión, sino el apego inmoderado a ellas; "esa  pasión ardiente de adquirir o conservar lo que se posee, que no se detiene ante los medios injustos; esa economía sórdida que guarda los tesoros sin hacer uso de ellos aun para las causas más legítimas; ese afecto desordenado que se tiene a los bienes de la tierra, de donde resulta que todo se refiere al dinero, y no parece que se vive para otra cosa que para adquirirlo."

La Avaricia es hija de la Soberbia y hermana gemela de la Envidia. Va directamente contra las leyes de la Caridad, pues Dios es Caridad.

La Avaricia es la inclinación o deseo desordenado de placeres o de posesiones. Está prohibido por el noveno y décimo mandamiento. (CIC #2514, 2534)

Consiste en tener como máxima prioridad en la vida el conseguir y mantener dinero, propiedades, y demás. Hay que ser prudentes y previsivos con respecto de los bienes materiales.  Pero la avaricia sobrepasa la precaución y la prudencia. 

La prudencia nos lleva a buscar tener lo suficiente para llevar una vida sin excesos.  La avaricia nos lleva a buscar tener demasiado.   Y en esa actitud puede llegar hasta el robo para obtener el exceso de bienes que desea.

La avaricia es un deseo enfermizo, de cualquier cosa, no sólo de dinero.  El avaro también es egoísta, por lo que se niega a ayudar en las necesidades del prójimo, no le gusta compartir y no practica la solidaridad.

La avaricia es muy frecuente en nuestros días.  Pero sucede que está tan a la vista, que no se nota, pues nos parece de lo más natural. 

¿No es avaricia querer tener el mejor automóvil, el mejor reloj, el último celular, etc.?

Tenebroso es el corazón del avaro, y en él reina el desorden más completo. La gracia se ve constantemente rechazada, la cual concluye al fin por alejarse de esa alma. La Avaricia consiste en ese deseo vehemente y desenfrenado de atesorar, insaciable, atizado por la Soberbia y la Envidia, la cuál lleva multitud de pecados tras sí.

Es la Avaricia una desordenada sed que, lejos de apagarse, crece, anhelando siempre los bienes terrenos y perecederos, por cuantos medios lícitos y prohibidos están a su alcance. Los robos, las estafas, mentiras, dobleces, falsedades, bajezas, crímenes y engaños prestan su ayuda a la espantosa Avaricia. El alma poseída de este horrible vicio no ve ni la detiene la conciencia, ni la justicia, ni la eternidad, ni el mismo infierno para obrar iniquidades.

La Avaricia es el vicio que endurece más el corazón del hombre, y el que precipita a las obras más inicuas y rastreras.

Contra AVARICIA - GENEROSIDAD

Para luchar contra la avaricia lo primero que requiere es la templanza en el uso de los bienes materiales:  el evitar el exceso y el lujo, controlar cantidad y calidad de los bienes que adquiramos.

La templanza con respecto de los bienes materiales también exige que seamos desapegados de ellos.

La virtud opuesta a la avaricia es la generosidad.  El practicar la generosidad nos ayuda a evitar la avaricia.

Generosidad es la virtud que nos dispone a dar, no solamente bienes materiales, sino también de nuestro tiempo, talento y la propia vida para cumplir la voluntad de Dios, sin esperar nada a cambio en este mundo.