En cada Misa, él revivía la Pasión de nuestro Señor

¿Por qué la Misa "del Santo Padre Pío"? Parte II

- ¿Por qué sufre tanto durante la consagración? 

- Revelar los secretos del Sumo Rey es profanarlos. ¿Me preguntas por qué sufro? Quisiera derramar no lagrimitas, sino torrentes de lágrimas. ¿No tomas conciencia del tremendo misterio? ¡Dios, víctima de nuestros pecados!... Y nosotros somos sus verdugos. 

El tremendo misterio de la Consagración encierra las ultimas horas que Cristo pasó en la Cruz. El crucificado del Gargano revive ahora en el altar, uno tras otro, los últimos momentos del Crucificado del Gólgota. Tengamos presente lo que el Evangelio dice de Jesús. Ante todo, el prólogo de la crucifixión. 

- Padre, ¿sufre usted la amargura de la hiel? 

- Si, y muy a menudo. 

Después de probar la hiel, el pacientísimo hijo de San Francisco confiesa cómo está crucificado en el altar. 

- Padre, ¿cómo se sostiene de pie en el altar? 

- Como se sostenía Jesús en la Cruz. 

- ¿Quiere decir que usted, en el altar, está colgado de la Cruz como Jesús en el Calvario? - ¿Y me lo preguntas? 

- ¿Cómo puede sostenerse? 

- Como se sostenía Jesús en el Calvario. 

Acerca de la crucifixión, le preguntan : 

- Los verdugos, para remachar los clavos, ¿dieron vuelta a la cruz? 

- ¡Naturalmente! 

-¿También a usted le remachan los clavos? 

- ¡Ya lo creo!

- ¡También a la cruz de usted le dan la vuelta?

- Sí, pero no tengas miedo. 

El Divino Maestro, sentado como Rey en el trono divino de la Cruz, había pronunciado sus últimas palabras haciendo testamento solemne de su amor misericordioso hacia nosotros en presencia del cielo y de la tierra. 

- Padre, ¿dice también usted durante la Santa Misa las siete palabras que pronuncio Jesús en la Cruz? 

- Sí, aunque indignamente, también yo las digo. 

- Y, ¿a quién le dice : "Mujer, aquí tienes a tu hijo"? 

- Se lo digo a Ella : "Aquí tienes a los hijos de tu Hijo". 

- ¿Sufre usted la sed y el abandono de Jesús? 

- Sí. 

-¿En qué momento sufre la sed y el abandono? 

- Después de la consagración. 

- ¿Hasta cuándo sufre el abandono y la sed? 

- Normalmente hasta la Comunión. 

- Jesús Crucificado ¿tenía las entrañas consumidas? 

- ¡Di quemadas, más bien! 

-¿De qué tenía sed Jesús Crucificado? 

- Del Reino de Dios. 

El alma del Padre Pío ardía en la misma sed. Éstas eran horas extremadamente áridas. 

El corazón incendiado del Padre Pío no recibía ni siquiera una gota de consuelo. 

- Usted me dijo que se avergonzaba de pronunciar esta frase : "Busqué en vano a alguien que me consolara". ¿Por qué? 

- Porque lo que sufrimos nosotros, los verdaderos culpables, es insignificante en comparación con lo que sufrió Jesús.

- ¿Ante quién se avergüenza? 

- Ante Dios y ante mi conciencia. 

- ¿No lo consuelan los ángeles del Señor en el altar donde usted se inmola?

- Pues... yo no los siento. 

- Si su espíritu no recibe ningún consuelo durante el Sacrificio Divino y usted sufre el abandono total, lo mismo que Jesús, nuestra presencia es inútil. 

- La utilidad es para vosotros. Si fuera como tú dices, habría que decir que fue inútil la presencia de la Dolorosa, de Juan y de las piadosas mujeres a los pies de Jesús agonizante. 

El corazón amante, desgarrado ante el espectáculo de tan cruel abandono, hubiera deseado no permanecer pasivo, sino compartir el atroz dolor. 

- Padre, ¿por qué no nos cede un poco de su Pasión? 

- Las arras del Esposo no se regalan a nadie. 

- Dígame qué podría hacer yo para aliviar su Calvario. 

-¿Aliviarlo?... Di mejor para hacerlo más duro. ¡Es preciso sufrir!

- ¡Es doloroso asistir a su martirio sin poderlo ayudar! 

- También la Dolorosa tuvo que asistir. No cabe duda, para Jesús era un consuelo tener una madre no indiferente, sino que lo acompañaba en el dolor. 

- ¿Qué hacia la Virgen a los pies de Jesús Crucificado? 

- Sufría viendo sufrir a su Hijo. Ofrecía al Eterno Padre sus penas y los dolores de Jesús por nuestra salvación. 

No sorprende que el sufrimiento de semejante martirio, aun apoderándose por completo de la víctima se concentre en dos puntos altamente significativos de la persona del Padre Pío para deleitarse más. 

- No me mueve la curiosidad al hacerle esta pregunta. ¿Cuál es la llaga que más lo hace sufrir? 

- La cabeza y el corazón. 

La Comunión era la parte culminante de la Misa de Padre Pío, el momento supremo de la Pasión de Jesús. 

Inclinado sobre el altar, apretando el cáliz entre las manos y con el Señor en su corazón, el serafín de Pietrelcina, completamente enajenado, permanecía largo rato con Jesús, sin escatimar el tiempo. 

Se le preguntó al Padre : 

- ¿Qué es la Sagrada Comunión? 

- Es toda una misericordia interior y exterior. Un abrazo total. No dejéis de pedir a Jesús que se haga notar sensiblemente. 

- ¿Donde lo besa Jesús? 

- Me besa todo entero. 

- Cuando viene Jesús, ¿visita sólo el alma? 

- El ser todo entero. 

¿Qué hace Jesús en la Comunión? 

- Se deleita con su criatura. 

- La Comunión, ¿es una incorporación? 

Es una fusión. Como dos cirios que se funden juntos y ya no se pueden distinguir. 

- Cuando se une a Jesús en la Sagrada Comunión, ¿qué debemos pedirle al Señor para usted? 

- Que sea también yo otro Jesús, todo Jesús, siempre Jesús. 

- Me ha dado a entender que las Sagradas Especies no se consumen en usted ; que por sus venas corre la sangre de Jesús. ¿Es usted una custodia viviente? 

- ¡Tú lo dices! 

Jesús, visitando el ser todo entero de Padre Pío y fundiéndolo de manera admirable consigo, permitía al crucificado del Gargano saborear con deleite el misterio de su muerte, de la misma manera que Él se había deleitado en el Calvario al sellar el Sacrificio ofrecido al Eterno Padre. 

Entre acentos de amor entrañable y momentos de suave dolor, el Padre Pío consumaba también su sacrificio en Jesús. 

- Padre, ¿por qué llora al hacer la Comunión? 

- Si la Iglesia, al hablar de la Encarnación, exclama : "Tu no desdeñaste el seno de la Virgen", ¡qué decir de nosotros, miserables!... 

- ¿Sufre también durante la Comunión? 

- Es el punto culminante. 

- ¿Continúan sus sufrimientos después de la Comunión? 

- Sí, pero son sufrimientos de amor. 

- En esta unión, ¿no lo consuela Jesús? 

- Si, ¡pero sin dejar de estar en la Cruz! 

- En ese instante supremo se lanza una ultima mirada. 

- ¿Donde dirigió su última mirada Jesús agonizante? 

- Hacia su Santa Madre. 

- Y usted, ¿donde la dirige? 

- Hacia mis hermanos de destierro. 

"Y reclinando la cabeza, entregó el espíritu", escribe San Juan sobre la muerte de Jesús. No podía sucederle otra cosa al crucificado del Gargano cuando estaba en el altar. 

- En la Santa Misa, ¿muere también usted? 

- Místicamente, en la sagrada Comunión. 

- ¿Qué es lo que le produce la muerte, la vehemencia del amor o la del dolor? 

- Ambas cosas, pero principalmente el amor. 

- Si muere en la Comunión, ¿deja de estar en el altar? 

- ¿Por qué? También Jesús muerto estaba en el Calvario. 

- Padre, usted me ha dicho que en la Comunión la Victima muere. ¿Lo depositan a usted en los brazos de la Virgen? 

- De San Francisco. 

Un corazón piadoso acarició la idea de que el dulce Jesús había encontrado finalmente un alma donde reposar a gusto. No era de la misma opinión el humildísimo hijo de San Francisco. 

- Padre, ¿separa Jesús sus brazos de la Cruz para reposar en usted? 

- Soy yo quien reposo en Él. 

- ¿Cuánto ama usted a Jesús? 

- Mi deseo de amarlo es infinito, pero en la práctica... ¡Pobre de mí!, estaría por decir que cero, y me da vergüenza. 

• AI final de la Santa Misa, el Padre Pío recitaba el prólogo del Evangelio de San Juan con profunda emoción y con el rostro encendido. 

- ¿Por qué llora siempre que lee el último Evangelio de la Misa? 

- ¡Te parece poca cosa que Dios converse con los hombres? 

Tampoco le faltaba al serafín del Gargano la visión esjatológica de la Eucaristía. 

- ¿Por que llora -sus sollozos y lágrimas eran abundantes- al pronunciar la última frase del Evangelio de San Juan : "Y vimos su gloria, gloria como Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad"? 

- ¿Y te parece poco? Si los Apóstoles, con los ojos de la carne, vieron tan gran gloria, ¡cuál no será la que veremos nosotros en el Hijo de Dios, en Jesús, cuando se nos manifieste en el Paraíso! 

- ¿Cómo será en el cielo nuestra unión con Jesús? 

- ¡Ah!... La Eucaristía nos puede dar una idea. 

Así era la Misa de Padre Pío. A ella asistían no sólo los hombres : 

- ¿Asiste a su Misa la Santísima Virgen? 

- ¿Te crees que la Madre no se interesa por su Hijo? 

- Los ángeles ¿asisten a su Misa? 

- ¡En legiones! 

- ¿Qué hacen? 

- Adoran y aman. 

- Padre, ¿quién está más cerca de su altar? 

- Todo el Paraíso. 

Finalizaba la Santa Misa, pero en el corazón del estigmatizado del Gargano no se extinguía el deseo de seguir crucificado en el altar. 

- ¡Desearía celebrar más de una Misa al día? 

- Si de mi dependiera, nunca me retiraría del altar. 

Como no podía permanecer siempre clavado al altar, el excepcional liturgo convertía en altar su propio ser, intentando hacer visible en todo momento la Pasión de Jesús. 

- Usted me dijo que llevaba consigo el altar... 

- Sí, cumpliéndose lo que dijo el Apóstol : "llevando en mí la mortificación de Jesús" ; "estoy clavado en la Cruz" ; "castigo mi cuerpo y lo convierto en esclavo". 

- ¡Entonces tengo razón al decir que Jesús Crucificado camina entre nosotros! ¡Usted sufre continuamente toda la Pasión de Jesús! 

- Sí … por su bondad y benevolencia, dentro de lo que es capaz una criatura humana. 

- ¿Cómo puede trabajar con tantos dolores?

- Encuentro mi descanso en la Cruz. 

• El Padre Pío suplicó a Dios : "Hazme altar para tu Cruz". Y el ruego fue escuchado plenamente, quizá porque nunca había sido formulado con tanta sinceridad y con tanto amor. 

• El altar construido por el Artista Divino era hermoso de verdad, muy hermoso... En dos milenios de cristianismo no se había visto otro igual. Era indiscutiblemente el mejor. 

• Jesús se quedó prendado, pues era el primero que reproducía el suyo con tanta fidelidad. 

En su embeleso, el Estigmatizado del Calvario no quiso enarbolar su Cruz en aquel altar. Deleitándose, colocó allí al Padre Pío crucificado a su semejanza. Meditemos ahora nosotros.

¡Una Misa! Preguntad a un ángel -afirma el Padre Pío- qué es una Misa y os responderá : comprendo lo que es y por qué se celebra, pero no alcanzo a comprender todo el valor que tiene. Un ángel, mil ángeles, todo el Paraíso piensa igual. Y vosotros, vosotros que recibís el beneficio, ¿no queréis meditar sobre ella? 

• Cuando vayas a Misa -sigue hablando el Padre Pío- concéntrate al máximo en el tremendo misterio que se está celebrando en tu presencia : "la Redención de tu alma y la reconciliación con Dios". 

- Padre, el Señor, ¿ama el sacrificio? 

- Sí, porque con él ha regenerado el mundo.

- ¿Cuánta gloria da a Dios la Santa Misa? 

- Una gloria infinita. 

- ¿Qué debemos hacer durante la Misa? 

- Compadecer y amar. 

- Padre, ¿cómo tenemos que oír la Santa Misa? 

- Como asistieron a la tragedia del Calvario la Santísima Virgen y las piadosas mujeres. Lo mismo que San Juan asistió al sacrificio eucarístico y al sacrificio cruento de la Cruz. 

- ¿Qué frutos recibimos al oírla? 

- No se pueden enumerar. En el Paraíso lo sabréis. 

Conclusión

En el cielo nuevo y en la tierra nueva que anuncia Juan para el fin de los tiempos, nueva será también la Ciudad Santa, Jerusalén, que desciende del Cielo engalanada, como esposa ataviada para su esposo. Es el nuevo tabernáculo de Dios entre los hombres : Dios habitará en medio de su pueblo. La nueva Jerusalén -dice también el místico de Patmos- no tiene necesidad del sol ni de la luna, porque la ilumina la gloria de Dios. Los elegidos que disfruten de aquella luz llevarán grabado en la frente el nombre del Cordero. 

- Padre, en el Paraíso, ¿os contemplaremos crucificado? 

- Para vuestra mayor gloria.

Cabe anotar que el Santo Padre Pío celebraba la Misa Tradicional.