A los ojos y al corazón de los creyentes

a) Mujer de fe: Acepta y hace suyo el proyecto de Dios Padre. Con su "sí" invita a abrir el corazón a la confianza en Dios y al abandono confiado en su providente conducción.

En ella hemos aprendido a descubrir el rostro materno de Dios, rico en piedad y misericordia, y a confiar en su amor paternal.

Madre de Jesús, nos muestra el "fruto bendito de su vientre", "Camino, Verdad y Vida", del cual queremos ser discípulos, y llena del Espíritu Santo nos enseña a transformar los diversos momentos de la vida humana en historia de salvación.

b) Mujer servicial y solidaria: Con los ojos puestos en sus hijos y en sus necesidades, como en Caná de Galilea, María ayuda a mantener vivas las actitudes de atención, de servicio, de entrega y de gratuidad que deben distinguir a los discípulos de su Hijo. Indica, además, cuál es la pedagogía para que los pobres, en cada comunidad cristiana, "se sientan como en su casa".

c) Mujer de esperanza: Junto a la Cruz de Jesús donde nos engendró nuevamente como hijos, sigue acompañando el dolor de nuestros pueblos sufrientes, invitando a los discípulos de su Hijo a recorrer con mayor coherencia y audacia el camino de hacerse prójimos, para construir más justicia y solidaridad, y para desplegar una nueva "imaginación de la caridad".

d) Madre y formadora de comunidades de discípulos misioneros: Crea comunión y educa a un estilo de vida compartida, en fraternidad, en atención y aceptación del prójimo, especialmente si es pobre o necesitado. En nuestras comunidades, su fuerte presencia ha enriquecido y seguirá enriqueciendo la dimensión materna de la Iglesia y su actitud acogedora, que la convierte en "casa y escuela de la comunión" (NMI 43), y en espacio espiritual que prepara para la misión.

María, madre de los discípulos misioneros, también camina con nosotros. Ella lo hace como discípulo, porque ha creído firmemente que lo anunciado por el Señor se cumplirá. Lo hace como misionero, porque -a diferencia de los apóstoles que proclaman la Palabra- da a luz a Jesús, Palabra de Dios, contenido de la proclamación apostólica. Camina con nosotros como mujer solidaria, porque ofrece su ser, su intercesión y sus santuarios para atender nuestras necesidades. Camina como nueva Arca de la alianza, habitada por la Palabra viva de Dios, y como sierva del Señor, que por su escucha y obediencia tiene la experiencia de grandes cosas que el Poderoso hace en ella y con ella. Ella es por sobre todo modelo del discípulo misionero que abre su vida al acontecimiento salvífico trinitario.

María, la madre de la Iglesia, acompaña a apóstoles y discípulos en Pentecostés. Con ellos espera la luz plena que proviene del Espíritu (cf. Jn 14, 25; 16, 13). Como ellos, realiza el proceso característico de una fe que crece en la comprensión y práctica del proyecto salvador del Padre (cf. Lc 8, 15.21).

Pero hay otro aspecto muy importante, que no puedo dejar de mencionar: la Virgen de Fátima nos trajo el mensaje del Santo Rosario que no ha pasado de moda como piensan algunos.

El rosario abrevia lo esencial del evangelio y lo coloca profundamente en nosotros, hasta que en el corazón se sienta el eco de la Buena Nueva de Dios. Es como una semilla que se coloca en el surco y germina, crece, madura, hasta que da frutos de vida: los frutos del Reino. 

El rosario es una oración que no se limita a la simple repetición, como si estuviera carente de creatividad, es más bien como una rueda de molino de agua, que en cada movimiento siempre hace algo nuevo.

El rosario es como es como la concha marina que retoma en sí el eco de todo el canto del mar. Nunca nos cansamos de oírlo cuando la colocamos en nuestros oídos.

El "Ave María" es una escuela de oración bíblica.