Louis Even escribió este artículo cuando la situación en México era muy agravante. En vista de la situación actual del mundo, hemos creído apropiado revisitar la historia, la cuál nos ayudará a comprender que la ola destructiva que afecta a muchos países fue preparada con antelación.

La Virgen de Guadalupe ha cumplido su promesa de responder a las oraciones y súplicas de aquellos que la invocan para hallar consuelo y alivio a sus aflicciones y trabajos. Nos hemos inspirado en el libro de Mgr. Charles-Eugène Roy, p.d.: "La Virgen de Guadalupe, emperatriz de las Américas".

Cuando una persona funda una obra, por ejemplo una orden religiosa, procura que esta institución continúe aun después de su muerte, y establece su obra con esta finalidad dotándola de medios de permanencia para que sus grandes intenciones sobrevivan. 

Así sucedió con la Virgen María en sus apariciones a Juan Diego en 1531. La Virgen María no quería un templo únicamente para los contemporáneos de Juan Diego, ni para los tres siglos durante los cuales México iba a ser una colonia española. No hubo ningún límite de tiempo en sus promesas ni tampoco fronteras en cuanto a razas o nacionalidades se refiere. Ella hizo por tanto estallar su poder y su bondad en la conversión ultra rápida de los poblados evangelizados por los primeros misioneros toda vez que se bautizaron entre siete y ocho millones de indígenas durante la media docena de años siguientes a las apariciones. No obstante, siempre hubo persecuciones en el transcurso de la historia mexicana en las cuales la Virgen de Guadalupe, para preservar la fe, sostuvo al pueblo hasta el martirio. 

Y el pueblo mexicano también cimentó su culto a la Virgen de Guadalupe por medio de su primer Obispo, el Monseñor Zumárraga. Es así como la madona del Tepeyac ingresó en la vida mexicana.

Aun siendo Francmasón, Manuel Puig Casaurang, secretario de educación pública en el gabinete del presidente perseguidor Calles, reconocía este hecho, en un libro suyo publicado en 1925:

"En México, uno de los vínculos espirituales más poderosos, una de las características colectivas más claras y las mejor definidas, es sin duda la veneración que todos los mexicanos, incluso los incrédulos, tenemos por la Virgen de Guadalupe, Virgen indígena, de nuestra raza y de nuestro color. En efecto, los pliegues de su manto repleto de rosas esconden todas las aspiraciones de pobres y ricos, tanto los deseos de progreso social y político como los sueños místicos y la adoración nacional, lo que la ha convertido indiscutiblemente en un símbolo mexicano. Nuestra Virgen de Guadalupe es el símbolo de México."

La peste de los años 1736 a 1737

En 1736, una epidemia de peste hizo estragos en México y atacó a la capital tras haber golpeado muchas ciudades. Las medidas tomadas por las autoridades públicas no tuvieron efecto. En algunos meses se realizaron oraciones públicas, entre ellas setenta novenas solemnes. Pero la peste continuaba dejando a su paso 700,000 muertos, y el pánico se generalizó llegando a tal extremo que la población se volvió instintivamente hacia la Virgen del Tepeyac centrando en ella toda su esperanza. 

En su basílica se realizó primero una novena de oraciones y de penitencia. Una delegación de eclesiásticos y de laicos rogó al Arzobispo para que se proclamara la Virgen de Guadalupe patrona de la ciudad de México, de sus alrededores y suburbios, lo que fue aprobado por el prelado. Los delegados laicos de rodillas y los delegados de pie, leyeron inmediatamente la proclamación cuyo texto ya había sido preparado. Se comprometieron en ese mismo instante, rindiendo juramento, a celebrar la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe el 12 de diciembre de cada año, día del aniversario del gran milagro del retrato de María sobre el manto de Juan Diego. Para confirmar su decisión, efectuaron los trámites necesarios por medio de la Sagrada Congregación de Ritos el 30 de abril de 1737.

El 12 de mayo, estando de acuerdo las autoridades civiles, correspondía entonces al alcalde de la ciudad de México llevar a cabo la proclamación de Santa María de Guadalupe, patrona de la ciudad y sus alrededores. Y el 16 de mayo, el ministro de justicia anunciaba el hecho públicamente a una gran multitud del pueblo que festejaba con tambores y trompetas. 

La epidemia comenzó a perder su fuerza una vez que fue hecha esta proclamación. En efecto, el número de muertos disminuía considerablemente y muchos enfermos se curaban. Fue así como la Virgen de Guadalupe rápidamente había liberado a su pueblo de la temible epidemia. 

Nuestra señora por doquier

A partir de este momento, la devoción de los mexicanos hacia la Virgen se intensificó incluso en los lugares más recónditos del país. Y es el pueblo humilde quien alberga la imagen de la Virgen de Guadalupe en las habitaciones de sus casas. 

Un intelectual mexicano, quien no era creyente o devoto, más bien liberal, incluso volteriano, escribió en un libro, "El orgullo guadalupano" publicado en 1884, su opinión acerca de la aparición de la Virgen de Guadalupe:

"Ella dio origen al culto mas expandido, popular y enraizado que haya habido en México desde el siglo XVI hasta nuestros días…. No existe en la República ciudad grande o pequeña, pueblo o caserío, donde no se la celebre con grandes fiestas, ni mexicano que por ignorancia no la conozca. Sería posible encontrar en los lugares más alejados del centro del país, o en las comunidades retiradas en las montañas donde viven las tribus marginadas, alguien que ignore que nuestra nación es independiente, que vivimos en un régimen republicano o que el presidente de la República se llama Don fulano de tal, pero lo que es seguro y verdadero, es que no existe persona, ni entre los indígenas más salvajes, ni entre los mestizos más incultos y abyectos, que ignore la aparición de nuestra Señora de Guadalupe."

Consoladora y auxiliadora

Sin embargo, no deberíamos concluir que, desde las apariciones del Tepeyac hasta nuestros días, la población de México haya vivido en un estado de euforia continua, en una especie de paraíso terrestre. Muy por el contrario, la historia de México estuvo marcada por vicisitudes, sufrimientos, revoluciones, persecuciones, etc. Nuestra Señora no vino para eximir de la cruz ni a los mexicanos de ese entonces ni a las generaciones posteriores. En ningún momento dijo a Juan Diego que no habría más sufrimiento, lágrimas o fatiga para aquellos que habitaran en este país. De ninguna manera, pero: "Cada vez que escuchare llanto y suplicación de todos aquellos que soliciten mi protección y que me invoquen en sus trabajos y aflicciones yo los consolaré y los aliviaré."

Ya los indígenas sufrían por la dureza de las explotaciones de los conquistadores. Las leyes que emanaron de la corte de España generalmente procuraban el bien de los indígenas de México y la conservación de sus estructuras sociales, pero la búsqueda de ganancias, el enriquecimiento o la mentalidad de superioridad del conquistador sobre el conquistado, motivaba a los conquistadores, colonos o comerciantes españoles a ignorar estas leyes por estar lejos del brazo real. Por otro lado, aun los reyes cerraban los ojos ante los privilegios, sobre todo cuando se trataba de gente notable, de personas que se habían distinguido por hechos de armas al servicio de la corona. 

Los misioneros se interponían para mitigar la explotación de los indígenas por los españoles. Los obispos incluso castigaron con la excomunión a los patrones españoles  quienes, habiendo reducido a los indígenas a la condición de esclavos, se negaban a emanciparlos. (La esclavitud en esa época todavía era vigente en muchos países aún cristianos).

A lo largo de estos años crueles, cuyos hechos nos estremecen tras la lectura de la descripción hecha por el misionero y obispo de Las Casas, gran amigo de los indígenas y su abogado frente a las autoridades, la Virgen de Guadalupe consoló a los oprimidos que recurrían a su protección. 

Ella  protegió tanto a los indígenas como a los colonos venidos de Europa, no solamente durante el largo período durante el cual México era una colonia europea, sino también después de la independencia decretada por los libertadores mexicanos en 1810, la cual fue conseguida después de once años de guerra, instaurando así el imperio mexicano en 1821. A partir del año siguiente, el imperio dio lugar a una República. 

Viento masónico

Sin embargo, esto jamás puso fin a los agitadores quienes nunca estaban satisfechos. En efecto, el país conoció una cincuentena de años de revoluciones o contra-revoluciones.

El viento masónico de laicización soplaba desde Francia sobre muchos países, y en enero de 1858, el presidente de ese entonces, Benito Juárez, declaró laica a la República Mexicana. Una constitución, inspirada en la de los Estados Unidos, proclamaba la separación de la Iglesia y el estado, la libertad de expresión y de prensa, la igualdad de todos por medio de la abolición de castas, y la validez del matrimonio civil. 

Pero al proclamar la libertad para todos, Juárez se la negó a la Iglesia, e incluso expropió sus bienes materiales en razón de las necesidades de la administración juarista. Ordenó entonces tanto la supresión de las órdenes religiosas como la confiscación de sus bienes. Vigiló de cerca a las autoridades eclesiásticas estableciendo los medios para reducir gradualmente su influencia. El culto aun se permitía al interior de las Iglesias pero estaba prohibido al exterior de las mismas, por lo tanto, toda demostración externa de la religión era ilegal. La educación oficial se volvió laica, la enseñanza de los religiosos se toleraba pero solamente en escuelas privadas. La utilización de la sotana estaba prohibida. 

A tal punto llegó la "reforma" de Juárez, que Pío XI diría más tarde que esta había sido una de las peores del mundo. Estas disposiciones ofendían completamente el alma mexicana. Por ello, no fueron aplicadas con todo su rigor, e incluso, durante el largo mandato de Porfirio Díaz (de 1875 a 1910) quien resultó más dictador que demócrata y aun siendo "Grandioso Maestro del Simbólico Gran Régimen" de la francmasonería, la Iglesia mexicana creció y se consolidó toda vez que se crearon siete diócesis nuevas, el número de sacerdotes aumentó de 1,500 a 5,000 aproximadamente, los religiosos regresaron, en tanto que muchas nuevas congregaciones se fundaron. La vieja tradición española estaba en la sangre del pueblo y permanecía intacta. Los católicos conservaban un buen recuerdo de los 35 años de la presidencia de Díaz, de quién hubieran recibido un trato muy diferente. Agreguemos a esto que Díaz abandonó la masonería en su última hora de vida y murió en la fe católica. 

Es después de la muerte de Díaz que empezó un período de persecuciones religiosas para los católicos mexicanos y durante el cual la fe sobrevivió al abrazar más que nunca el manto de Santa María de Guadalupe.   

Persecuciones

En 1910, los enemigos de la Iglesia no estaban contentos por la posición en que los había dejado Díaz. Hacía falta un gobierno menos indulgente, lo que buscarían durante las próximas elecciones. 

No es el pueblo quien quería abatir a la Iglesia en México. Así como en España, las ideas de los libres pensadores franceses habían penetrado en la vida cultural de la élite mexicana. Se importaban de Francia manuales para la enseñanza superior. Los mexicanos cultivados se mostraban orgullosos de poder leer en francés tan bien como en español y de terminar su educación en París. En efecto, la francmasonería reclutaba hombres en esos rangos para poder acceder fácilmente al gobierno del país.

Francisco I. Madero fue uno de estos hombres. Era un criollo, de baja estatura pero fervoroso y ambicioso. Antiguo alumno de los Jesuitas, había recibido una buena instrucción, pero después pasó al espiritismo y luego al radicalismo donde hizo escuela. A su alrededor se agruparon jóvenes intelectuales que conformaban dos generaciones de enseñanza laica. Su influencia creció por la publicación de un libro y por sus discursos por todo el país. Agitador problemático, fue puesto bajo vigilancia por el presidente Díaz, e incluso fue encarcelado durante un mes por el gobernador del Estado de San Luis Potosí, lo que solo sirvió para convertirlo en mártir a la vista de sus seguidores. 

La variedad de jefes de partidos políticos, indudablemente opuestos al régimen reinante, llevaron a Madero al poder en la elección de 1911. No obstante, la función de administrar un país rebasaba sus capacidades. Finalmente sucumbió por el ataque de un asesino. 

Su sucesor, Venustiano Carranza, fue más firme pero menos disciplinado. Por ello, prevalecía la anarquía y la violencia, siendo la Iglesia el primer objetivo. El padre Ledit, jesuita canadiense da cuenta de la persecución religiosa que estalló en 1913:

"Fue como un tipo de orgía revolucionaria contra todo lo que recordaba la disciplina y la ley moral. Se quemaron los confesionarios y las estatuas, e incluso las religiosas fueron violadas. Fue algo tan horrible que, en algunas localidades, los soldados que no podían estar sobrios cuando daban órdenes tan extravagantes, autorizaban únicamente la confesión a los moribundos y aún con la condición de que la confesión fuera hecha en voz alta y frente a un empleado del gobierno. Por otro lado, se prohibió la celebración de la misa. Numerosos sacerdotes fueron fusilados así como la mayoría de sus colegas religiosos. Todos los obispos, salvo uno que gozaba de la protección de un caudillo del sur, decidieron abandonar México en protesta contra el régimen que se les impuso."

En 1917, se organizó una asamblea constituyente para dotar al país de una nueva constitución, la cual evidentemente fue redactada con el espíritu de la revolución de ese momento. El clero fue tratado, en los debates de la asamblea, de abyecto, de protector de la ignorancia, de corruptor de la moral, etc. Uno de los constituyentes deseaba que se quemaran los santuarios, e incluso que se colgaran algunos monjes. Otro agregó: "si las cuerdas nos faltaren para colgar a los tiranos, las trenzaremos con las tripas de los sacerdotes".  

La nueva constitución retomaba e intensificaba las cláusulas antirreligiosas de la precedente que no habían sido estrictamente aplicadas: la enseñanza laica obligatoria para todos, la prohibición del culto fuera de los templos. De igual manera, prohibía los votos de religión y las comunidades religiosas, además privaba de la ciudadanía mexicana a cualquiera que no aceptase esta constitución.

El padre Ledit remarcó que la constitución mexicana de 1917 inspiró a los redactores de la constitución soviética del año siguiente en Rusia. Lo que significa que el clan bolchevique de Lenin, buscando una oportunidad para lanzarse sobre Rusia quien padecía de deficiencias militares y una debacle interior, estaba al tanto de los logros en México de sus correligionarios demoniacos.

En 1920, el general Álvaro Obregón asesinó al presidente Carranza y tomó su lugar con un golpe de estado. Este acontecimiento no puso fin a la persecución, por el contrario, Obregón siempre se distinguió  por impío  y sin escrúpulos. En 1912, ya había profanado una catedral (a la virgen de Guadalupe) estableciendo ahí sus tropas. Alcalde de la ciudad de México en 1916, congregó a todos los sacerdotes y los sometió a los peores castigos. 

Convertido en presidente de todo México, gobernó aplicando las cláusulas persecutorias vigentes de la nueva constitución. Se izó la bandera roja en el campanario de la catedral de Morelia; una imagen de Nuestra Señora fue acuchillada en el interior de una Iglesia que era saqueada, mientras que la policía alejaba con disparos al aire a los católicos que querían hacer una ceremonia de reparación. Los obispados de Guadalajara y de México fueron bombardeados. 

No obstante, la Basílica de Guadalupe fue un santuario que el gobierno no se atrevió a tocar y que no intentó clausurar. El gobierno era consciente que de hacerlo, el furor de la población estallaría desafiando a toda la policía y a todas las armas. El pueblo defendería su Madona hasta dejarse masacrar antes que rendirse.

Fue una gran espina para la masonería y para su hombre en la presidencia. Ante toda evidencia, el culto de la población por esta espléndida y rica basílica contaba con la presencia del cuadro milagroso, regalo de María, cuya conservación en el transcurso de casi cuatro siglos era por sí mismo otro milagro. Las muchedumbres continuaban su afluencia al santuario nacional, encontrando en los pies de su madona una fuente de esperanza en esos años donde el infierno parecía triunfar en su querida patria. 

Los masones no cesaban de sugerir a los perseguidores: "saquen de la basílica el cuadro venerado, y pronto verán cesar el fervor de la población por este santuario, entonces podrán confiscarlo con sus ricos tesoros."

Se preguntaron enseguida; ¿cómo sacar de un templo tan frecuentado un cuadro que, con su rico marco de oro puro, pesa casi una tonelada?

Para llevar a cabo tal propósito, se encomendó esta misión a un anarquista de nombre Luciano Pérez. El pensó que bastaría con colocar una bomba cronometrada, en el interior de un gran ramo de flores y depositarlo en un buen lugar, destruyendo el cuadro para siempre, sin sacarlo de la Basílica, así la victoria sería completa. 

El anarquista puso su plan en ejecución el 14 (o el 24) de noviembre de 1921. Como los fieles llevaban siempre a Nuestra Señora ramos en abundancia, por lo general voluminosos, no le fue difícil depositar cerca del marco el ramo infernal. Y la explosión tuvo lugar en el minuto indicado. El tremendo estallido atrajo a la basílica a una muchedumbre de católicos ansiosos. 

¿Que vieron al entrar? Los cristales de los floreros destrozados que cubrían el piso; los pedazos del altar de mármol estaban esparcidos en todas direcciones; el pesado crucifijo que estaba montado en el altar yacía torcido entre otros escombros. Pero las miradas se tornaron hacia el querido y venerado cuadro, el cual encontraron en su lugar habitual, y tras examinarlo más de cerca, constataron que no había sufrido ningún mal, ni siquiera una raspadura en el vidrio de su marco.

La pena que oprimió los corazones provocada por los daños causados por este atentado se olvidaba. El alivio prevalecía y se expresaba con sincera oración de gratitud. Los daños materiales sucedidos en la basílica eran reparables, pero una destrucción de la imagen celeste que rebasa toda obra humana hubiera sido irreparable. 

El infierno que creía triunfar definitivamente sobre la devoción de los mexicanos hacía su Virgen de Guadalupe, sólo logró con esto agregar un nuevo milagro a la historia del celestial cuadro. 

Hasta la sangre

En este mismo mes de noviembre de 1921, la presidencia pasó a manos de Plutarco Elías Calles, quien había sido designado por el mismo Obregón para sucederlo. El nombre de Calles permanecerá en la historia religiosa de México deshonrado como aquél de Nerón o de Diocleciano en la historia de la Iglesia bajo el imperio romano. 

Nacido de un padre judío y de una madre mexicana, Calles había sido maestro de escuela. Participó también en la persecución contra los sacerdotes bajo la presidencia de Obregón. Pero iba mucho más lejos que su predecesor. Había jurado destruir la Iglesia Católica en México. Encarceló obispos, profirió insultos contra el Papa, se declaró él mismo enemigo personal de Cristo:

"La Iglesia sólo tiene que hacer una cosa, desaparecer…. Hay que desprender del suelo mexicano todas las antiguas ideas religiosas… Debemos emprender una lucha terrible contra el pasado, contra todas las cosas que deben desaparecer para siempre de la superficie terrestre… El gobierno está decidido a ejecutar su programa sin importarle las muecas de los pertigueros ni protestas de monjes perezosos… Tres veces en mi vida, he encontrado a Cristo en mi camino y, tres veces lo he insultado." 

Su ley del 24 de junio de 1926 agregaba prohibiciones en las leyes antirreligiosas ya promulgadas, y castigaba las infracciones con penas más rigurosas. El culto religioso se prohibió, no solamente fuera de los santuarios, sino aún dentro de las casas privadas. Los diversos estados de México debían fijar un límite al número de sacerdotes permitidos, con relación a la cifra de la población. En algunos lugares, no más de un sacerdote por 3,000 habitantes, y por otro lado uno por cada 5,000, además en otros lugares uno por cada 30,000 ¡o incluso 50,000! El agua bendita estaba prohibida. Las imágenes o estatuas deberían estar ubicadas lo suficientemente altas o bien estar encerradas en nichos para que los fieles no pudieran tocarlas y otros reglamentos absurdos pero vejatorios de igual forma. Un obispo, el de Tabasco, tras recibir la orden de casarse o de abandonar el país, optó por lo segundo. 

Frente a la imposibilidad de ejercer su ministerio, los sacerdotes recibieron de sus obispos la orden, aprobada por el Papa Pío XI, de suspender el ejercicio del culto a partir del 31 de Julio de 1926. Se dio un desbordamiento de fieles hacia las Iglesias para recibir por última vez los sacramentos de penitencia y de eucaristía, las Iglesias fueron entapizadas de negro como signo de luto. Los tabernáculos fueron vaciados y sus puertas permanecieron abiertas. 

Los laicos se organizaron para continuar una cierta práctica religiosa en las Iglesias sin sacerdote: oraciones, cantos, rosarios, lecturas piadosas y catecismo.

Los sacerdotes que continuaron con su ministerio a escondidas lo hacían bajo su propio riesgo, y si eran descubiertos tenían que enfrentar la prisión o incluso la muerte. Unos 10,000 agentes de policía recorrían las calles de la Ciudad de México a la caza de sacerdotes recalcitrantes.

El 1º de septiembre de 1926, Calles se ufanaba ante el Congreso de haber cerrado ya 129 colegios, 42 Iglesias Católicas, de haber llenado las prisiones de sacerdotes que fueron sorprendidos celebrando la misa fuera de las Iglesias, y de haber asesinado a más de cincuenta de ellos.

Fue una era de catacumbas y de una gran cantidad de mártires para la Iglesia de México. Los obispos tuvieron que exiliarse o, salvo algunos que lograron esconderse, fueron deportados.

Frente a este infierno desencadenado, el Papa Pío XI se sintió consolado al enterarse sobre la fidelidad heroica de miles de católicos mexicanos que fueron obligados a escoger entre la apostasía o castigos crueles e incluso la pena de muerte. El Papa escribió el 18 de noviembre de 1926:

"Nos es imposible descender a hechos individuales. Sin embargo, tenemos que hacerles saber que todos los miembros de las asociaciones católicas están muy lejos de sentir miedo, en lugar de huir, ellos buscan los peligros y se llenan de gozo cuando tienen que sufrir maltratos por parte de sus adversarios. ¡Magnífico espectáculo dado al mundo, a los Ángeles y a los hombres! Hechos dignos de eterna alabanza.  Numerosos son los jefes católicos, las mujeres, gente joven que han sido detenidos, arrastrados por los soldados por las calles, encerrados en prisiones inmundas, severamente castigados con escarmientos y afrentas. 

"Además, narrándolo con lágrimas en los ojos, algunos de estos jóvenes y adolescentes encontraron voluntariamente la muerte, con rosario en mano y la invocación de Cristo Rey sobre sus labios. Nuestras vírgenes encerradas en prisiones padecieron los mas indignos ultrajes, y eso se hizo público con tal de intimidar a los demás y para que dejaran de cumplir con su deber…"

Uno de los mártires más conocidos fue el Padre Pro, un Jesuita cuya causa fue introducida a Roma por medio de la Sagrada congregación de Ritos en 1952. El mismo Calles había ordenado dar muerte al Padre Pro después de haber sido detenido. Y cuando se le refutó a Calles que su decisión haría mártir al sacerdote, él exclamó: "¿Mártir el padre Pro?" ¡Hay que poner el ejemplo con esta chusma! No son tanto las formas lo que busco, ¡sino la ejecución¡ Nada de procesos, ¡solo quiero la muerte! He dado órdenes, ¡solo tienen que obedecer! Su expediente ¡que se vaya al diablo!

Tregua frágil

Y la persecución continuó hasta que Emilio Portes Gil, sucesor de Calles en la presidencia y abogado sutil y francmasón oportunista, encontró el momento adecuado para una tregua amistosa la cual, arduamente concluida el 22 de junio de 1929, fue anunciada por el mismo Pío XI.  

Esto fue un alivio y un gozo para la población quien veía regresar a sus obispos y sacerdotes para reabrir nuevamente sus Iglesias al culto y a los sacramentos. 

En el cuarto centenario de las apariciones del Tepeyac una multitud se congregó en el santuario nacional. El arzobispo de México, pronunció un discurso entusiasta. Este regocijo de la Iglesia provocó la furia de la francmasonería. El presidente Gil se vio por tanto acusado de tibieza y de traición. Las reglamentaciones antirreligiosas se retomaron y nuevamente las estatuas e imágenes fueron extraídas de los templos para ser quemadas. Además se introdujeron fiestas paganas para alejar a las masas de las festividades religiosas, por ejemplo, la fiesta del cacao, del arroz, de la vaca, etc. Incluso se ridiculizó los elementos sagrados con actos blasfemos imitando a los ateos de Moscú, como el bautizar un toro con el nombre de Dios, un burro con el nombre de Jesús  o un puerco con el nombre del Papa. 

Fue una época difícil durante la cual, para evitar que empeorara, el Papa tuvo que recurrir, con mucha paciencia, a la oración y a la penitencia. Los peligros más inquietantes venían de la formación de frentes populares y del agrupamiento de jóvenes  por lo general en movimientos de adoctrinamiento marxista, esto sucedió bajo la presidencia del sucesor de Gil, el General Lázaro Cárdenas (1934-1940) Los niños fueron adoctrinados con una educación sexual, socialista y proletarizada. 

El sólido y lúcido Papa Pío XI seguía de cerca la situación, tanto en México como en España donde comenzó la guerra contra la Iglesia con la llegada de la república, y en Rusia donde Stalin llevó a cabo una guerra sin piedad contra la religión. Pío XI dio pues a los obispos mexicanos instrucciones que no fueron del agrado para algunos de ellos: algunos renunciaron incluso antes de reunirse. 

Restauración

La paz regresó en 1940 con el fin del sexenio de Cárdenas, sin embargo, ¿en qué situación la Iglesia encontraba a México para retomar la normalidad después de 130 años de una persecución abierta que había costado un millón y medio de vidas humanas? 

Si la persecución había hecho mártires, también había dejado estragos en el contexto religioso. En efecto, mucha gente tanto de ciudad como del campo se acostumbró a no ir más a la Iglesia. La ausencia de sacerdotes, de ministros sacramentales y pastorales había privado a la población de la enseñanza religiosa lo que hizo expandir la ignorancia considerablemente. Además, la clausura generalizada de los seminarios había causado una insuficiencia de sacerdotes. 

No obstante, la Iglesia se dio decididamente a la tarea de corregir la situación con la ayuda valiente de una élite laica que comenzaba a crecer. De hecho, se dieron muchas formas de acción católica para reclutar miembros y para desarrollar su propia acción, por ejemplo, el apostolado de la oración, la Legión de María, las congregaciones del Santo Sacramento, la Adoración nocturna, las órdenes terciarias, los coros, etc. Por otra parte, la obra de las vocaciones reinició y sostuvo los seminarios. Además se erigió con determinación la obra de la entronización de Nuestra Señora en las fábricas.

La obra de los peregrinos obreros de Nuestra Señora de Guadalupe rápidamente obtuvo resultados sensacionales. Inaugurada en 1940 con una peregrinación de 8,000 obreros, ésta alcanzó, en 1952, la cantidad de 750,000 peregrinos obreros de diferentes lugares  marianos de México, de los cuales 350,000 incluso correspondían a Guadalupe. Esta multitud obrera atravesó la ciudad en siete horas desfilando ante la imagen milagrosa desde las 3 de la mañana hasta las 5 de la tarde.

¡Se tenía bastante para desanimar a los perseguidores del país, y para aniquilar todo intento de recomenzar una guerra contra la Iglesia la cual, después de 35 años de esfuerzo, llegaba a su fin!

Y no se trataba únicamente de peregrinaciones de obreros, puesto que también hubo peregrinaciones organizadas por otros grupos sociales.

Para contrarrestar el bajo nivel de instrucción religiosa, surgió la Corporación de Estudiantes mexicanos teniendo como principal medio de penetración los ejercicios espirituales de San Ignacio. Cuatro escuelas normales libres fueron fundadas para dar una formación a los encargados de estas escuelas.

La obra de los catequistas

Sobre todo queremos expresar aquí, con algunos detalles rescatados del libro de Mgr. Charles-Eugène Roy, la magnífica obra de los catequistas. Esta obra en particular nos interesa más porque creemos que algo así debe hacerse en nuestros países, donde se ha suplantado el catecismo romano de nuestras escuelas por una catequesis de ignorancia, de desviaciones, de herejías, de vestiduras rasgadas, cubierta de una falsa caridad y tolerancia. 

Después de la persecución, la educación primaria en México se enfrentaba a la situación que se describe a continuación:

Únicamente cerca de la mitad de los niños en esta edad, es decir 3 millones de un total de 6 millones frecuentaban la escuela, y de éstos tres millones que estudiaban, apenas la mitad acudían a la escuela oficial laica, donde no se recibía ninguna instrucción religiosa. Por lo tanto, podemos decir que cuatro millones y medio de niños no recibían instrucción religiosa aparte de la que pudieron haber recibido de sus padres quienes la carecían hasta cierto punto por haber sido privados de la religión por treinta años.

La Acción Católica organizó una comisión central de instrucción religiosa, cuyo éxito fue remarcable e inmediatamente se hizo permanente. He aquí algunas notas que, aún siendo del año 1956, sirven como ejemplo elocuente para darnos una idea:

"Las obras catequéticas agrupan a más de 15,000 catequistas que enseñan a más de 600,000 niños y 150,000 adultos."

"Estos 15,000 catequistas son, casi en su totalidad, damas y jovencitas (únicamente 600 hombres).

"El autor que da cuenta de lo anterior estudió de cerca la obra de los catequistas de San Francisco Javier en México. Sus 3,000 catequistas alcanzaron a 60,000 niños distribuidos en 250 centros y de los cuales incluso la mitad se concentró en la ciudad de México y el resto en sus alrededores."

"Todos ellos debían ser devotos de la Santísima Virgen. Esta devoción mariana se erigió bajo el patronato de Nuestra Señora de Guadalupe."

"Pertenecían a todas las clases sociales, pero la mayoría eran empleados de oficina que dedicaban su único día libre de la semana al catecismo."

"En promedio, el 75% de los catequistas asistía a la misa y comulgaba todos los días".

"Cuando llegaba el día del catecismo, salían a buena hora en la mañana en autobús el que pagaban con su dinero puesto que todo eso lo hacían por voluntad propia. Una vez que llegaban a la terminal, tenían que caminar unos cuantos kilómetros, incluso los menos jóvenes lo hacían con la misma valentía".

"A su llegada al centro, participaban en el catecismo bajo la conducción de una directora. Pasaban todo el día instruyendo en la parroquia donde eran responsables. Por la tarde, regresaban a su casa para poder ir a trabajar a su oficina al día siguiente."

"Ellos pagaban todo de su bolsillo. Incluso compraban las recompensas para dar a los ganadores de los concursos el día de la distribución de los premios; y había varios de mucho valor. Aprovechaban la tarde para dar regalos a algún niño muy pobre." 

"Los formadores escaseaban lo cual se puede constatar en el manual del catequista: Pregunta – ¿Cómo se puede solucionar el problema de falta de catequistas? Respuesta – Intensificando la vida espiritual de los catequistas existentes: es lo único que les da estabilidad. Además se debe hacer recordar la necesidad del apostolado, que es la obligación de todo cristiano y miembro de la Iglesia, y la gran promesa de Nuestro Señor a aquellos que se dedican a instruir enseñando el camino de la verdad".

"La formación sobrenatural  del catequista comprende la hora santa una vez por semana, el recogimiento mensual,  un retiro anual de seis días en silencio completo. La formación técnica incluye dos clases semanales de religión y una clase de pedagogía."

Con nuestra señora

Los sacerdotes y laicos de ambos sexos que participaron en todas las obras y todos estos esfuerzos, son la porción de la humanidad bajo la protección de la Virgen María de Guadalupe quien, al  propiciar en gran parte la reivindicación de la Iglesia mexicana, ayudó a conservar la fe de su pueblo frente a una peligrosa amenaza. Ella les ayudó con su milagroso poderío para recuperarse rápidamente.

El autor que consultamos resalta tres características de la acción del pueblo en esta obra de restauración:

  1. La ausencia completa de todo falso respeto humano, una piedad sólida y convincente en cada uno;
  2. La moralidad femenina, que se aleja por completo del libertinaje generalizado;
  3. El fervor apostólico.

Para ampliar el segundo punto, el Padre Francisco de Florencia cita el deseo siguiente  extraído de las páginas que él mismo escribió en 1695. No es más que una reflexión muy acertada la cual recomendamos como meditación para las damas y jovencitas que cuidan su alma y la de los demás:

"Puedan todas las mujeres, cualquiera que sea la clase a la que pertenezcan, encontrar en esta imagen de la dama soberana (la Virgen de Guadalupe) un ejemplo de pureza y un espejo de modestia. Puedan ellas imitar su decorosa reserva y el encanto de sus modestos adornos. Puedan ellas aprender de Ella que su vida debe embellecerse, que su manera de vestir se vuelva más austera, y que su manera de vivir deba pulirse para prevenir cualquier escándalo. Tal como un cristal ante muchos reflejos, esta imagen bendita ilumine la pureza y el honor tanto como la luz y como la magnificencia."