En cada Misa, él revivía la Pasión de nuestro Señor

Dios manifiesta su grandeza a través de los santos. Así podemos conocer la pobreza de Jesús viendo el ejemplo de San Francisco de Asís ; la humildad de Jesús en la persona de San Martín de Porres ; la dulzura y mansedumbre del Señor en el ejemplo de San Francisco de Sales y así, todos los santos muestran algo de la grandeza de Dios. 

En el siglo pasado, al Santo Padre Pío le tocó manifestar en su persona "algo" de la grandeza del misterio de Cristo Crucificado. Además, como muchos otros santos, tuvo el don de leer en las almas para ayudarlas a arrepentirse, al igual que San Felipe Neri, el santo Cura de Ars, San José Caffaso y otros. Pero hasta entonces, no se conocía un testimonio tan vivo y profundo sobre "qué pasa" en el misterio eucarístico. Sabemos que la Misa es la renovación del Sacrificio de Cristo en la Cruz, que se actualiza en cada Misa, cada día, pero, ¿tomamos conciencia de lo que ello significa ? ¿O lo repetimos como una definición abstracta de la Misa ? Por ello, es tan edificante el ejemplo de San Pío de Pietrelcina : nos muestra que es una realidad que obra, viva y profunda. 

Si queremos saber qué pasa a través de los ritos de la Santa Misa, recordemos el testimonio del Santo Padre Pío : en él Cristo se está entregando a la muerte nuevamente por nosotros. 

La celebración de la Santa Misa 

San Pío de Pietrelcina se nos muestra como testigo de lo sobrenatural de modo especial en la celebración del Misterio Eucarístico.

El Padre Pío vivía realmente en su carne y en su alma los misterios que celebraba en el altar. La Misa es la renovación incruenta del Sacrificio de Cristo. La Misa es al mismo tiempo sacrificio de alabanza y de acción de gracias, memorial del sacrificio ofrecido en la Cruz, y "verdadero sacrificio de propiciación para aplacar a Dios y hacerlo favorable a nosotros". Esta vivencia de la Misa, Sacrificio de Cristo, fue la del Padre Pío durante sus 58 años de sacerdocio. Y él a quien Dios marcó con los signos visibles de su pasión, celebraba la Misa experimentando un dolor semejante -pero no igual- que el de Jesús en la Cruz. Cleonice Morcaldi, una de las hijas espirituales del Padre Pío, le preguntó repetidas veces lo que vivía y sentía en cada una de sus Misas. Anotó cuidadosamente cada una de las respuestas, y gracias a esto tenemos un testimonio único del propio Padre sobre su Misa. 

Padre, ¿qué cosa es vuestra Misa ? 

- Un cumplimento sagrado de la Pasión de Jesús. 

-¿Qué cosa debo leer en vuestra Santa Misa ? 

- Todo el Calvario. 

- Padre, dígame todo lo que sufre en la Santa Misa. 

- Todo lo que ha sufrido Jesús en su Pasión, inadecuadamente, lo sufro también yo, en cuanto es posible a una criatura humana. Y esto, contra todo demérito mío y por su sola bondad. 

- Padre, ¿cómo podemos conocer vuestra Pasión ? 

- Conociendo la Pasión de Jesús : en la de Jesús encontraréis también la mía. 

- ¿Agoniza, Padre, como Jesús en el Huerto ? 

- Seguramente. 

-¿También a Ud. viene el ángel a confortarlo ? 

- Sí. 

-¿Qué fíat Ud. pronuncia ? 

- El de sufrir y siempre sufrir por los hermanos de exilio y por su Divino Reino. 

- Ud. también dijo : "Y gritarán : crucifícalo, crucifícalo". ¿Quién gritara ? 

- Los hijos de los hombres y precisamente los beneficiados. - ¿Como quedó Jesús después de la flagelación ? 

- El profeta lo dice : "llegó a ser una sola llaga ; se hizo un leproso". 

- Y por tanto, ¿también Ud. es toda una llaga desde la cabeza a los pies ? 

- ¿Y no es esta nuestra gloria ? Y si no habrá mas espacio para hacer otras llagas, haremos llaga sobre llaga. 

- ¡Dios mío, esto es demasiado ! ¡Sois, Padre mío, un verdadero verdugo de vos mismo ! 

- No te asustes, sino alégrate. No deseo el sufrimiento en sí mismo, no, sino por los frutos que me da. Da gloria a Dios y salva a los hermanos, ¿qué otra cosa puedo desear ? 

- Padre, cuando en la noche Ud. es flagelado, ¿se encuentra solo o lo asiste alguno ? 

- Me asiste la Virgen Santa ; está presente todo el Paraíso. 

- Jesús me ha hecho sentir que Ud. sufre la corona de espinas. 

- De otro modo la inmolación no seria completa. 

- Con la coronación de espinas, ¿qué pecados pago Jesús ? 

- Todos. En particular los de pensamiento, no excluidos los vanos e inútiles. 

- Las espinas, Padre, ¿las tiene sobre la frente o alrededor de la cabeza ? 

- Alrededor de toda la cabeza. 

- Padre, ¿de cuántas espinas esta formada vuestra corona ?... ¿De treinta ? 

- Eh, ¡sí ! 

- Padre, yo pienso que vuestra corona no está formada por 30, sino por 300 espinas. 

- ¡Te impresionas por un cero ! En fin, ¿el treinta no está contenido en el trescientos ? 

- Padre, ¿es verdad que durante la Santa Misa sufre el suplicio de la coronación de espinas ?

- ¿Y lo pones en duda ? 

- ¿Durante toda la Misa ? 

- Y también antes y después. La diadema no se deja nunca. 

- Padre, ¿sufre también lo que sufrió Jesús en la Vía Dolorosa ? 

- Lo sufro, sí, pero lo deseo para llegar a lo que sufrió el Divino Maestro. 

- ¿Quién os hace de Cireneo y de Verónica ? 

- Jesús mismo. 

- En el Divino Sacrificio, Padre, ¿Ud. toma sobre sí nuestras iniquidades ? 

- No se puede obrar diversamente, porque forma parte del Divino Sacrificio. 

- ¿Entonces el Señor os considera un pecador ? 

- No lo sé, pero temo serlo. 

- Le he visto temblar al subir las gradas del Altar. 

¿Por qué ? ¿Por lo que debía sufrir ? 

- No por lo que debía sufrir, sino por lo que debía ofrecer. 

- ¿En qué horas del día, Padre, sufre mas ? 

- Durante la celebración de la Santa Misa. 

- ¿También durante el día, Padre, sufre lo que Jesús le hace sufrir durante la Santa Misa ? 

- ¡No estaría fresco ! ¿Y cómo podría trabajar ? 

¿Cómo podría ejercer mi ministerio ? 

-¿En qué momento del Divino Sacrificio sufre más ? 

- Desde la Consagración a la Comunión. 

- ¿En qué momento de la Misa sufre la flagelación ? 

- Desde el principio al final, pero más intensamente después de la Consagración. 

- ¿Por qué llora casi siempre, Padre, cuando lee el Evangelio en la Santa Misa ? 

- ¿Y te parece poco que un Dios converse con sus criaturas ?... ¿Y que éstas le hagan la contra ? 

¿Y que continuamente sea herido por su ingratitud e incredulidad ? 

Liturgia eucarística y ritos conclusivos

La segunda parte de la Santa Misa encuentra en el Padre Pío un liturgo de altísima clase.

El Crucificado del Gólgota, por medio de este singularísimo ministro, puede reactualizar visible y físicamente la inconmensurable tragedia del Calvario, en la medida en que es capaz una criatura hecha signo eficaz de Cristo. 

En la historia del signo sacramental, el estigmatizado del Gargano es por el momento el único Ministro que, dentro de lo posible, ha manifestado también en su carne al Crucificado del Gólgota. En la vida dos veces milenaria de la Iglesia no se registra un caso semejante. 

Padre, su Misa ¿es un sacrificio cruento ? 

- ¡Hereje ! 

- No. Quiero decir que el de Jesús es incruento, pero la participación de usted en toda la Pasión es cruenta. ¿Me equivoco ? 

- Bueno... ahora no te equivocas. Entendiéndolo de forma personal, puede que tengas razón. ¿Quién enjuga su sangre durante la Misa ? 

- Nadie. 

Clavado por una fuerza misteriosa, fijando amorosamente los ojos llenos de lágrimas en el Crucifijo del altar, el Padre permanecía unos minutos inmóvil, como petrificado, con el pan y el vino entre las manos. 

- ¿Por qué llora en el ofertorio ? 

- ¿Quieres arrancarme el secreto ? Pues bien, es el momento en que el alma queda separada de todo lo profano. 

El Señor separaba de tal modo a su siervo que lo hacía insensible a cuanto de profano ocurría a su alrededor. 

- Padre, la gente hace ruido durante la Misa... 

- ¡Pues, si hubieras estado en el Calvario, donde se oían gritos, blasfemias, ruidos, amenazas... ¡Aquello sí que era alboroto ! 

- ¡No lo distraen los ruidos que se hacen en la Iglesia ? 

- No, en absoluto. 

Mas esta separación no significaba para el Padre Pío un despego radical de los que estaban a su alrededor participando en la celebración de su Misa. La unión íntima y total con Dios que tenía lugar al apartarse el alma de todo elemento profano, le daba al Padre Pío la posibilidad sobrehumana de sentir, una a una, a todas las almas que rodeaban su altar. 

- Padre, ¿están presentes en su espíritu todas las almas que asisten a su Santa Misa ? 

- A todos mis hijos los veo en el altar, como en un espejo. 

Llevando a todos sus hijos en el corazón, el Padre Pío se tendía en la Cruz con Jesús para consumar el Sacrificio Divino. El amor con que se disponía a ser inmolado se reflejaba de lleno en el rostro trémulo del Padre Pío. 

El estigmatizado del Gargano, entre lágrimas y sollozos, en medio de un suplicio indescriptible, reactualizaba durante la Consagración la divina tragedia del Calvario tan al vivo que en su carne traspasada se traslucía el atroz martirio de Jesús Crucificado. 

- Padre, ¿por qué sufre tanto durante la consagración ? 

- ¡Eres demasiado mala ! 

Con estas palabras, el Padre Pío eludió la respuesta. Era previsible un nuevo ataque. 

- Por favor, dígame por qué sufre tanto en la Consagración. 

- Porque allí precisamente es donde se verifica una nueva y admirable destrucción y creación.

En frase breve y concisa, el Padre Pío dice ahora algo más. Se afirma con absoluta claridad el singularísimo milagro de la conversión eucarística. Pero no dice nada de lo que él sufre en el altar cuando llega el momento de la transubstanciación. En la nueva y admirable destrucción y creación, el Padre Pío escamotea, ocultándola, su íntima y secreta participación. 

No era una respuesta para salir del paso ; daba a entender muchas cosas. Era una brecha y había que esperar la ocasión propicia para reiterar la pregunta con el fin de obtener una respuesta más completa.