La parroquia Nuestra Señora de los Dolores de Cartagena (España) celebró comuniones el domingo 3 de mayo. Su párroco, José Antonio Moreno, envió días antes una circular a los padres en la que, entre otras cosas, recordaba la doctrina de la Iglesia sobre la cuestión de los divorciados vueltos a casar:

« Cada día existen entre nosotros más familias y matrimonios rotos, irregulares a los ojos de la Iglesia. Os recuerdo que no se puede recibir la Comunión en algunos casos (´parejas de hecho´, divorciados y vueltos a casar civilmente) ».

Está de más decir que no mencionó a nadie en concreto. No dijo: "el padre de Pepito y la madre de Juanita no pueden comulgar". Solo recordó aquello que enseña Cristo y la Iglesia. A saber:

1- Quien se divorcia y se vuelve a casar es un/a adúltero/a.

2- El adulterio es pecado mortal.

3- No se puede comulgar en pecado mortal.

Don José Antonio tuvo especial cuidado en no decir las cosas con las propias palabras de Cristo. Es decir, no llamó a los divorciados vueltos a casar lo que son: adúlteros. Si lo hubiera hecho, el lío que se habría montado sería aún más espectacular.

¿Y en qué ha consistido dicho lío? Pues en que la madre de uno de los nenes, presuntamente adúltera según la moral católica, ha publicado en su muro de Facebook el siguiente mensaje:

Dado que mi persona y/o situación familiar es "irregular" ante los ojos de la Iglesia y se me prohíbe recibir la Comunión en un día tan especial para la familia como es la Primera Comunión de mi hijo, doy por hecho que mi dinero será considerado de igual manera y, como tal, no será aceptado por la Iglesia. 

Así es que, como buena católica (desde hoy simple cristiana) "acato" las normas y no contribuiré con donativo alguno siendo consciente de que, tanto yo como mi persona no entramos dentro de lo que la Iglesia considera como "normal". 

Sin otro particular, se despide:

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El mensaje de esa mujer ha sido compartido más de cien mil veces en Facebook y ha sido objeto de infinidad de comentarios, la mayoría de ellos apoyándola.

No es la primera vez que ocurre algo así. Cada vez hay más adúlteros en nuestra sociedad. Los que van a Misa regularmente son más bien pocos y, por lo general, entienden que no pueden comulgar. Pero algunos de los que no asoman casi nunca por Misa y sí lo hacen en la primera comunión de sus hijos, pretenden comulgar como si tal cosa.

Eso mismo ocurre con quienes, sin ser adúlteros, tampoco cumplen con la obligación de ir a Misa en domingo y fiestas de guardar. Su situación es exactamente la misma. No pueden comulgar a menos que se confiesen previamente. La diferencia con los adúlteros es que ellos sí podrán recibir la comunión si se confiesan sinceramente, mientras que quien vive en adulterio no podrá ser absuelto a menos que se comprometa a dejar de vivir así. Si no les gusta esa situación, deberían protestar ante Cristo, y no ante la Iglesia que es fiel a sus palabras.

¿Qué es lo que la Iglesia dice a esos bautizados? Leamos las palabras de San Juan Pablo II en su exhortación apostólica, magisterio pontificio, Familiaris Consortio. Cito dos párrafos consecutivos:

« En unión con el Sínodo exhorto vivamente a los pastores y a toda la comunidad de los fieles para que ayuden a los divorciados, procurando con solícita caridad que no se consideren separados de la Iglesia, pudiendo y aun debiendo, en cuanto bautizados, participar en su vida. Se les exhorte a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la Misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar a los hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios. La Iglesia rece por ellos, los anime, se presente como madre misericordiosa y así los sostenga en la fe y en la esperanza.

La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura, reafirma su praxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio. »